Escribe Julián Asiner
Lula enfrenta la ofensiva bolsonarista con nuevas garantías al capital financiero.
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En las elecciones que comenzarán el próximo 6 de octubre en Brasil se juega mucho más que la renovación de alcaldías y cámaras municipales. Será la pulseada electoral más importante antes de las presidenciales del 5 de noviembre en Estados Unidos. Bolsonaro armó sus listas ubicando 393 candidatos de las Fuerzas Armadas y organizó una movilización multitudinaria en San Pablo para presionar por la destitución del juez de la Corte Suprema, Alexandre de Moraes, aquel que suspendió a la red social X de Elon Musk hasta el final del período electoral e inhabilitó al mismo Bolsonaro a oficiar de candidato en las presidenciales de 2026. Siguiendo el ejemplo de Trump, Bolsonaro apuesta a que un triunfo en octubre le permita sortear estas restricciones legales. De persistir, a su traje para 2026 se lo disputan su hijo mayor, Flavio, su esposa, Michelle, y el actual gobernador de San Pablo, Tarcísio de Freitas. Lula, por su parte, pretende superar el retroceso histórico del PT a partir de una alianza con el PSOL y los partidos derechistas que se sumaron al Frente Amplio de la mano de su vice, Alckmin. Buscará reconstruir su mermada base política en los municipios ofreciendo nuevas concesiones al gran capital, incluida la deforestación de importantes sectores de la selva amazónica.
En el caso de las ciudades con más de 200.000 electores, habrá un ballotage el 27 de octubre, siempre que el candidato ganador no logre superar el 50 % de los votos. La pelea más dura se concentra en San Pablo. Allí, Bolsonaro y Tarcísio de Freitas apoyan la reelección del actual alcalde, Ricardo Nunes, del MDB. Lula, por su parte, colocó sus fichas en Guilherme Boulos, del PSOL y militante del Movimiento de Trabajadores Sin Techo (MTST). En sintonía con la línea general, Boulos acogió como compañera de fórmula a la exalcaldesa Marta Suplicy, que abandonó el PT después de la operación Lava Jato y de votar, como senadora, el impeachment contra Dilma Russeff. En la puja Nunes-Boulos se está colando un tercero, Pablo Marçal, un “influencer” y “coach” a quien muchos apuntan como el Milei brasileño, por sus apariciones histriónicas en las redes y una retórica fascista que trata de correr por derecha al propio Bolsonaro. Marçal, que se dedica a dar charlas “motivacionales” acerca de “cómo ganar dinero”, fue condenado hace unos años a prisión por hurto y vínculos con el narcotráfico. Ahora, este seguidor del salvadoreño Bukele apuesta a romper la polarización Lula-Bolsonaro, capitalizar el agotamiento de los partidos que se sucedieron al frente del régimen político brasileño y proyectarse como variante para 2026.
Las elecciones vienen precedidas por un crecimiento económico apuntalado por el comercio con China, lo que acompaña la autonomía diplomática respecto a la OTAN de la que se jacta el lulismo. En mayo pasado, Brasil atravesó una turbulencia financiera en el marco de un choque entre el Gobierno y el presidente del Banco Central, el bolsonarista Campos Neto, por la tasa de interés de referencia. Lula acusó a Campos Neto, cuyo mandato finaliza en enero de 2025, de sostener tasas de interés elevadas que frenaban el repunte económico. El resultado fue una corrida contra el real, incluida una fuga de capitales de 1300 millones de dólares, tras la cual la propia mayoría lulista en el Comité de Política Monetaria aprobó sostener la tasa vigente, del 10,5 %. Para zanjar la incertidumbre financiera, Lula anunció entonces al banquero Galípodo, exdirector ejecutivo del Banco Fator, como sucesor de Campos Neto. En conferencia de prensa, Galípodo se mostró preocupado por la inflación y afirmó que “aumentaría las tasas si fuera necesario” (La Nación, 30/8). El anuncio tranquilizó a los mercados, que ven en Galípodo a “un equilibrista entre la responsabilidad fiscal y la monetaria” (Infobae, 28/8).
La candidatura de Galípodo acompaña al denominado “Marco Fiscal”, con el que el Gobierno apunta a hacer frente al pago de la deuda pública. Esta política de austeridad implicará un recorte presupuestario de 25,9 mil millones de reales en 2025, y ya golpeó fuertemente partidas en áreas como salud y educación. Esto provocó grandes huelgas en universidades, institutos y trabajadores de la empresa estatal de correos, abandonadas a su suerte por la burocracia de la CUT. Tras las grandes inundaciones en el sur y los incendios que actualmente afectan áreas enteras del Amazonas, provocados por el incesante avance de la frontera agrícola, Lula pidió a la Unión Europea que postergue la regulación para la importación de productos “libres de deforestación”. El gobierno brasileño denunció esta normativa como “violatoria de su soberanía” y discriminatoria de los países “que dependen de los recursos forestales para sostener su economía” (LPO, 18/9). En este caso, una delimitación de la UE por derecha.
Detrás de su retórica popular, Lula apostará a esta línea de componendas con el gran capital y de ajuste contra los trabajadores para hacer frente a la ofensiva bolsonarista y de los ultrareaccionarios que pujan por emerger más aún a su derecha. En esa misma sintonía, el Gobierno omitió cualquier condena a los militares ejecutores del golpe militar de 1964, al cumplirse recientemente el 60 aniversario. Siguiendo esta línea, Julio Bitelli, embajador de Brasil en Argentina, acaba de anunciar el posible retorno de Petrobras al país para asociarse a la explotación de Vaca Muerta y aseguró que las medidas de Milei, como la eliminación de las regulaciones a las importaciones y la promesa de terminar con el impuesto PAIS en 2025, tienen “un impacto positivo para el sector privado que quiere estar en Argentina” (LPO, 15/9). Bitelli incluso afirmó que su relación con Mondino es “impecable” y celebró la cautela del gobierno liberticida respecto a los prófugos bolsonaristas condenados por el intento de golpe de Estado, que piden asilo político en la Argentina.
La izquierda que se reivindica "trotskista", por su parte, se presentará atomizada. El pomposo “Polo Socialista y Revolucionario”, conformado por el PSTU y el PTS, que había sacado el 0,02 % de los votos en 2022, se autodisolvió sin brindar explicaciones.
Las elecciones municipales en Brasil serán el escenario de un recuento de fuerzas para los bloques capitalistas que pretenden pilotear un panorama inédito de crisis y guerras de alcance internacional.