La devaluación del peso ya está en la agenda de los especuladores capitalistas y de la camarilla liberticida

Escribe Jorge Altamira

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Enero ha instalado definitivamente la devaluación del peso en el horizonte económico de Argentina. La reducción “temporal” de las retenciones a las exportaciones agroindustriales, al igual que el envío apresurado de una misión del FMI, son una respuesta a lo que Clarín ha presentado como “una persistente demanda dolarizadora” que “en la City miran con lupa”. Para un sector de los analistas económicos, Caputo ya se ha “rifado” los mil millones de dólares de la operación “repo” con tres bancos extranjeros. El saldo ha dejado al Banco Central con una deuda adicional de 1.700 millones de dólares, por los bonos Bopreal que tuvo que emitir como garantía de ese pseudopréstamo. El “repo’ fue consumido por la intervención del Banco Central para contener esa “demanda dolarizadora” mediante la venta de dólares en el mercado de títulos de la deuda externa y su recompra, con los pesos obtenidos, a un precio inferior. La pérdida resultante es un caso clásico de “déficit cuasi fiscal”, que Milei y Caputo aseguran, falsamente, que han eliminado. A este drenaje de divisas hay que añadir los dólares que ingresan por el mercado paralelo de cambios (el 20 % de las exportaciones), que terminan en las tesorerías privadas, no en las reservas internacionales. Una parte de los analistas computan en 10 mil millones de dólares las reservas negativas del BCRA (caja y activos de liquidez inmediata versus deudas internacionales).

El anuncio acerca de las retenciones de soja es sencillamente gratuito, porque el poroto se encuentra en fase de siembra; en cuanto a los stocks, una parte está bloqueada en los galpones de la fallida Grobocopatel, la otra hará el aguante ahora que la devaluación se ha convertido en una certeza. En cuanto al préstamo que se negocia con el FMI, el interrogante es si el Fondo accederá a ampliar en otros 15 mil millones de dólares el préstamo impago actual de 45 mil millones de dólares, para que sean rematados ante la “demanda dolarizadora”. Una extensión del monto actual de la deuda, a entregar en cuotas, tendrá como punto de partida una devaluación. Los depósitos en dólares como consecuencia del blanqueo de capitales no cesan de caer, haciendo caso omiso a las resoluciones oficiales que favorecen “la competencia de monedas”. El aumento de la tasa de interés medida en dólares, perjudica considerablemente una reactivación industrial. El gobierno ha apelado a ese aumento (al bajar de dos puntos a uno la tasa de devaluación oficial del peso) para evitar una interrupción del cambio de dólares por pesos y para sustituir el financiamiento interno por el internacional. Aumenta de este modo el desequilibrio cambiario potencial y la posibilidad de una mega devaluación.

La “demanda dolarizadora” es un anticipo especulativo que responde a presiones económicas objetivas. Para gran parte de la producción agraria e industrial necesita abaratar las exportaciones y por sobre todo desvalorizar el costo de la fuerza de trabajo medida en moneda internacional. El último informe acerca de “la actividad económica” señala a la “intermediación financiera” como el rubro con mayor porcentaje de ´reactivación´. Al valorizar en forma artificial el peso frente al dólar, en momentos en que el dólar se encuentra supervalorizado frente al resto de las monedas, Caputo y Milei ofrecen una perspectiva de quebranto para el conjunto de la producción. Que Trump pueda forzar una devaluación del dólar y una caída sustancial de la tasa de interés de referencia de Estados Unidos queda al arbitrio de cada uno. Lo cierto es que la valorización internacional del peso, inducida por las operaciones de la camarilla oficial, chocan con la persistencia de la recesión industrial y la caída del consumo final, así como frente a dos variables más: el crecimiento en un ciento por ciento de la base monetaria amplia, y el de la deuda en pesos del Tesoro. Son dos fuentes de una estampida cambiaria.

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