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Las idas y vueltas en relación a la implementación de nuevas flexibilizaciones en el régimen de promoción para la escuela secundaria en Buenos Aires desataron fuertes polémicas. El ministro de educación bonaerense, Sileoni, certifica que esta modificación “nunca estuvo prevista para el ciclo lectivo 2023”, mientras que numerosas informaciones periodísticas aseguran que el proyecto estaba previsto votarse en la reciente reunión del Consejo Federal de Educación, lo cual finalmente no sucedió. En cualquier caso, se pretende su implementación para el próximo año, junto a otra serie de reformas.
Se asegura que el propósito de prácticamente eliminar la situación de que un alumno en la secundaria deba repetir completamente un año escolar es la de reducir la enorme deserción escolar. De acuerdo a datos del gobierno, de cada 10 alumnos solo 6 promocionan en los tiempos previstos por los diseños actuales, mientras que 2 lo harán más tarde y los restantes no lo harán nunca. La tasa de egreso de la escuela secundaria -a nivel nacional- es del 54 %. Según el ‘Observatorio Argentino por la Educación’, el cuadro es completamente más dramático, pues en el país sólo 16 de cada 100 alumnos terminan la secundaria a tiempo.
El Estado reconoce su propio fracaso escolar
Sileoni habló de la existencia de un documento de 400 carillas para esta reforma, pero lo único concreto que se dio a conocer es la nueva vía por la cual un alumno podría eventualmente promocionar el año, de acuerdo a las materias que tenga aprobadas. La no repitencia, por lo tanto, se convierte esencialmente en una adaptación completa a la profunda crisis educativa y social que se refleja, en otras, en la abultada deserción. No forma parte de ningún plan integral para reforzar el dictado de conocimientos ni, por sobre todo, de la necesaria inversión educativa que indudablemente se debiera hacer.
La oposición de Juntos por el Cambio salió a criticar la no repitencia porque atentaría contra la ‘calidad y aprendizaje’. De nuevo, tampoco existe algún planteamiento para atender a la crisis, porque rechaza su eliminación con críticas a la cuarentena durante la pandemia y a los sindicatos docentes, es decir, reclamos de las patronales educativas.
La realidad es que el Estado, bajo gobiernos peronistas y macristas, han armado una deuda multimillonaria con la educación pública, por el incumplimiento de brindar un presupuesto equivalente al 6 % del PBI, según un estudio hecho por el ex ministro macrista de educación, Mariano Narodowski. La ‘grieta’ sobre la repitencia viene votando ajustes en la educación en todos los presupuestos públicos. Son los responsables de una pobreza que se ha agigantado en la Argentina y también de una enorme desocupación y precarización laboral, a la cual también quieren adaptar la educación para que forme a la fuerza de trabajo con ‘habilidades blandas’.
Luego, las derrumbadas escuelas públicas están mayoritariamente superpobladas. En CABA no hay vacantes disponibles. La docencia tiene que trabajar un mínimo de dos cargos para llegar a fin de mes, por los salarios devaluados. Los equipos de orientación escolar, maestros integradores, son escasísimos ante las necesidades que afloran en las aulas. Los insumos para los servicios alimentarios en las escuelas son miserables. Nada de esto será atendido porque solo la inversión necesaria para modificar este cuadro es inviable con los lineamientos de pago de la deuda –no a la educación, sí a los tenedores de bonos pactados con el FMI-.
La eliminación de la repitencia es una medida antidemocrática, no ha sido objeto de ningún debate en la docencia, que es la única que puede debatir un plan para abordar la crisis educativa y las condiciones necesarias para enfrentarla. El fracaso del Estado en educación es el fracaso de un régimen social estructurado en el lucro privado, que demuestra su irresoluble incompatibilidad con formar a las masas con los mínimos conocimientos universales adquiridos por la humanidad.
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