3J: Por la organización socialista de la mujer trabajadora

Escribe Olga Cristóbal

Radio abierta en Plaza de Mayo, 12hs.

Tiempo de lectura: 5 minutos

El 3 de junio de 2015 significó un parteaguas en la historia de la lucha de las mujeres cuando multitudes de trabajadoras, estudiantes, familias enteras, salieron de los lugares de trabajo, escuelas, universidades, barriadas, y llenaron todas las plazas políticas del país indignadas por el asesinato de Chiara Páez, una adolescente santafesina de 14 años, embarazada.

Como sucedió con la lucha por el aborto legal, el Ni una menos encontró eco en otros países de América latina y Europa. En la Argentina crecieron la denuncia de los femicidios, de la violencia en el hogar, del acoso sexual, del secuestro de niñas y mujeres prostituidas por las redes de trata.

Este año, en la Ciudad de Buenos Aires, familiares de víctimas de femicidios, transfemicidios y desapariciones convocan a una asamblea en Plaza de Mayo, desde las 12 y hasta las 18. Su documento denuncia la falta de acceso a la Justicia, la impunidad y el accionar del Poder Judicial. La Asamblea se propone elaborar “un petitorio que entregaremos luego a las autoridades responsables de implementar las políticas necesarias para frenar la impunidad y lograr Femicidios Nunca Más”.

Política Obrera, junto a otras organizaciones políticas, sociales y de mujeres se sumará a esa asamblea con micrófono abierto que retoma la denuncia de la responsabilidad estatal en los crímenes contra las mujeres.

El Estado, el primer golpeador

El Ni Una Menos nació con un mérito excepcional: en vez de adjudicar la responsabilidad de los femicidios a un orden social fantasmagórico como es el patriarcado, o más burdamente a los hombres, apuntó directamente a la complicidad del Estado con violentos y violadores.

Esa conclusión hubiera sido imposible sin la experiencia recorrida por las piqueteras en el Argentinazo. Las comisiones de mujeres en las barriadas, organizadas para defenderse de la violencia hogareña, chocó invariablemente, como hoy chocan los familiares, con las trabas de la policía, el Poder Judicial, el aparato del Estado.

Ya en 2003 la III Asamblea Nacional de Trabajadores apuntó al Estado como “el primer golpeador” y responsabilizó “a este sistema social capitalista, basado en la explotación, que es fuente de toda discriminación” de las penurias de las trabajadoras. Ni racialización, ni plurinacionalismo: el capitalismo es la fuente de todas las opresiones y no hay posibilidad de combatirlas sin combatir el régimen de clases, dijeron entonces las y los piqueteros.

El desvío feminista

Sin embargo, la cooptación de las direcciones embanderadas con el kirchnerismo feminista y en la “perspectiva de género”, produjo un desvío de la movilización callejera hacia la interminable elaboración de protocolos contra la violencia, el reclamo de “políticas públicas” y la aprobación de leyes para “sensibilizar” a las fuerzas de seguridad, jueces y funcionarios. El Ministerio de las Mujeres y sus sucedáneos provinciales, municipales e institucionales fueron incapaces de evitar la muerte de una sola víctima. Las cooptadas llegan al extremo de haber convertido la esclavitud sexual en un trabajo y la maternidad subrogada en un derecho. Gran parte de la izquierda votó esas leyes y se fundió en las teorías queer que relegan la condición de mujer y la pertenencia de clase a una identidad más.

Entre enero y abril, este año han asesinado a 99 mujeres, una cada 28 horas. Al 88 por ciento la mató un conocido y al 60 por ciento, en su propia casa. Además, hubo 117 intentos fallidos. Muchas mujeres habían denunciado que su vida corría peligro. En sintonía con la miseria y descomposición social, de la falta de empleo, desde hace tiempo muchos femicidios tienen como víctimas a mujeres muy jóvenes, esclavizadas por las mafias del narcotráfico y de la trata. En el caso de la violencia en el hogar, crecen las denuncias de adultos mayores y niños maltratados.

La contrapartida de la violencia es la impunidad: según la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres (UFEM), solo el 15,5% de las denuncias llega a sentencias condenatorias. Los jueces muchas veces obligan a que las criaturas vuelvan a vivir con femicidas y abusadores.

Una epidemia sin fronteras

La violencia en la casa es una réplica inexorable de la violencia social. El control de las mujeres a través del terror debe entenderse como un aspecto central de un régimen social que en su derrumbe impone que millones mueran literalmente de hambre, que el lucro capitalista destruya el hábitat humano y legitime el asesinato de masas a través de la guerra.

La guerra imperialista entre la OTAN y Rusia no solo blande la amenaza nuclear, genera destrucción mucho más allá de Ucrania con crisis alimentarias, energéticas y arrasando con conquistas históricas para financiar los gastos militares. Los niños son el blanco móvil del ejército sionista en la Franja de Gaza y Cisjordania. En el planeta pululan millones de migrantes y refugiados a los que se les cierran las fronteras en un claro retroceso a la barbarie. Las mujeres y sus hijos son víctimas principales de esta catástrofe.

En la Argentina, la miseria se enseñorea con las familias trabajadoras, con seis de cada diez niños bajo la línea de pobreza. Con salarios bajo convenio que ya no garantizan comprar el alimento diario. Con familias a la intemperie y viviendas vacías para la especulación inmobiliaria. Los secundarios son retirados del aula para trabajar gratis en empresas amigas. Cierran los centros de salud y de atención psicológica. Las madres protectoras y las profesionales que las acompañan son hostigadas por aparatos clericales que asesoran a los abusadores. Las familias que buscan justicia son hostigadas por el Estado y los victimarios. Hay mapuches presas con sus hijos por reclamar su derecho a la tierra. Las docentes son apaleadas por luchar por el salario. Falta el agua en zonas enteras y en otras está contaminada por agrotóxicos o mineras. Larreta sanciona a las desocupadas retirándoles un plan porque no les alcanza para mandar a sus hijos a la escuela.

La devaluación, el ajuste que exige el FMI, y en el que acuerdan todos los partidos patronales, solo llevará esta situación a límites intolerables.

Las trabajadoras tenemos que responder con toda nuestra fuerza a esta debacle nacional y a la amenaza de una tragedia internacional sin precedentes, que son las dos caras de la misma moneda.

Las huelgas docentes autoconvocadas, en la alimentación, en la salud, son hermanas de las huelgas en Europa y Estados Unidos. Las luchas contra la contaminación de agrotóxicos y mineras son hermanas de las luchas en los países centrales.

Los levantamientos populares contra el FMI y sus ajustes son el anticipo del enorme estallido que se producirá en la Argentina.

La lucha contra la violencia hacia las mujeres debe ser tomada enérgicamente por el conjunto de los explotados. La unidad de hombres y mujeres potencia la fuerza de la clase trabajadora contra el capital.

Basta de femicidios y abusos.

Contra la represión y el ajuste del FMI.

Libertad a las presas mapuches.

Por la organización de las mujeres trabajadoras con independencia de todas las variantes patronales.

Nos encontramos el sábado 3 de junio a las 13.30 en Piedras y Avenida de Mayo, y de allí marchamos a la Asamblea de Familiares.

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