Escriben Patricia Urones y Brian Murphy
Tiempo de lectura: 7 minutos
El magnate del campo Gustavo Grobocopatel dio una entrevista al diario La Nación donde vertió su opinión de lo que debería ser una “estrategia” de desarrollo del sector. La familia Grobocopatel despuntó con las técnicas de siembra directa y la masificación del paquete tecnológico de semilla transgénica-glifosato. La empresa se transnacionalizó en 2016, siendo hoy, en su mayoría, perteneciente a Victoria Capital Partners, una asociación de capitales norteamericanos y europeos fundamentalmente. El grupo 'Los Grobo' abarca toda la cadena productiva, desde la producción misma de granos y productos fitosanitarios, pasando por el acopio y la comercialización de los mismos.
El empresario se lamentó de la oportunidad que el gobierno actual y los anteriores han perdido en materia de innovación tecnológica por haber mantenido las retenciones y llamó a sus colegas del rubro a poner “el ojo” también en “el resto de la sociedad”, refiriéndose a la economía popular. Afirmó que “uno de los temas más importantes es el de la tierra de esos pequeños productores [que] viven en tierras que no son propias, pagando arrendamientos. Si no se les cede la propiedad no vamos a tener sustentabilidad en esas producciones” (La Nación, 15/07). Estaría de acuerdo en resolver el problema dentro del “marco de la ley”. Es decir que está en contra de las tomas de tierras sobre las que se asientan muchos de los trabajadores organizados en cooperativas. Las tomas del periurbano de Buenos Aires, por otro lado, se han dado mayormente en terrenos fiscales, un acuerdo que direcciones de organizaciones como la UTT han hecho con el gobierno del FdT ahora UxP, del que forman parte.
Las leyes de acceso a la tierra que esperan ser tratadas, sin embargo, embarcarían a los mismos trabajadores en deudas para acceder a la propiedad. El endeudamiento ha sido siempre el collar de ahorque del capital, en la industria y en el campo, para someter al pequeño productor que no puede sobrevivir a la competencia con los grandes monopolios. El fracaso de la política de convivencia “pacífica” entre pequeños y grandes, provocó la renuncia del dirigente de la UTT, Nahuel Levaggi, a la presidencia del Mercado Central. Lo mismo puede decirse respecto de la cuestión de la sustentabilidad ambiental de la producción de alimentos: una verdadera producción que privilegie la “soberanía alimentaria” no solo implica chocar contra el gran capital concentrado en cuanto a la cuestión de la propiedad sino en cuanto a los métodos de producción, lo que incluye una lucha sin cuartel contra la utilización masiva de agrotóxicos, no la convivencia con ellos.
La política de acercamiento a las direcciones de los movimientos sociales ha incluido al Chino Navarro y Grabois, aunque el problema de la tierra aún no haya sido resuelto. El empresario busca también maniobrar frente a un movimiento que amenaza con volverse un obstáculo, la lucha de los pueblos ubicados en medio de la zona de producción de soja y fumigación, contra los agrotóxicos y la contaminación del agua. Recientemente, el INTA ha suspendido su colaboración en un proyecto de investigación que abordaba el impacto de los agrotóxicos en el cuerpo humano de los pobladores de distintas localidades de la provincia de Buenos Aires. Pensando en que la economía popular es transitoria o “un puente” a una “economía sustentable”, Grobocopatel pretende transformar a las cooperativas o en mano de obra barata o en laboratorios de donde extraer, para privatizar, conocimiento para la producción de bioinsumos o procesos de trabajo más “amigables con el medio ambiente”, pero que sean rentables.
Más adelante culpó a las retenciones por la falta de innovación en el campo: “hemos estado mucho más focalizados en resistir que en innovar para aumentar las productividades” (ídem). De la misma manera plantea que el “sistema emprendedor”, que genera conocimiento y tecnología, no se desarrolla por falta de financiamiento, en un contexto de inestabilidad macroeconómica. En realidad, Grobocopatel, no solo no se vio perjudicado por la “inestabilidad de la macro” sino que incluso se benefició. Los dólares soja 1, 2, 3 y posiblemente, el 4, le han traído suculentas ganancias como acopiador y comercializador. Las importaciones de insumos a precio dólar oficial, le han permitido sacar una tajada de la diferencia. En realidad, la “huelga de inversiones en innovación” se debe al estancamiento del comercio internacional, provocado por la crisis capitalista que explotó en 2007-2008, que tuvo otro cimbronazo en 2017 y se profundizó con la pandemia de Covid y con la guerra entre la OTAN y Rusia. La burguesía nacional e internacional se dedica solo a la timba financiera. La deuda pública de nuestro país, se encuentra en su mayoría en manos de capitales locales, como los Grobo. Todo lo que le interesa al magnate del campo, en cambio, es poner en agenda la quita de las retenciones.
Grobocopatel pronosticó una gran transformación del agro: “proceso de destractorización” a mano de semillas inteligentes; remplazo de productos fitosanitarios químicos por otros de carácter físico; tecnologías de aprovechamiento del Nitrógeno del aire, aplicación de la Inteligencia Artificial al diseño y planificación de la producción y combustibles renovables. Esto acompañado, aunque no lo dijo, por un modelo de comercialización basado en el pago de regalías a la tecnología de semillas, lo que va a llevar a nuevos choques con los productores. Estos procesos de planificación de la producción son entendidos por él como “sustentables” en la medida que harían un uso eficiente de la energía y el agua consumidas por la tierra, sumado el hecho de que se remplazarían “gradualmente” (esto aún no es claro) los agroquímicos. Sin embargo, el uso “eficiente del agua” es en el marco de la producción capitalista, que siempre, en la búsqueda sistemática del lucro, multiplica la escala de la producción para acceder a mercados cada vez más grandes. La mejora de la “productividad” del campo no es otra cosa que la continuidad del uso intensivo de la tierra, aunque ahora se ralentice el deterioro con métodos “más verdes”, una verdadera contradicción si Grobocopatel pretende romper el techo de rendimiento de los cultivos. En cuanto al uso de métodos “físicos”, aún no está probado su impacto en el ecosistema. Detrás del concepto de “sustentabilidad” el capital pretende prepararse para otro salto en la depredación del medioambiente. Una transformación de estas características va a provocar choques entre la burguesía local, propietaria de la tierra y el capital financiero internacional ligado al agro, que querrá “garantías” para hacer inversiones semejantes a las que imagina el magnate.
Aclarando, sin embargo, a qué se refiere con “transformación” del campo, habló de un nuevo “perfil técnico” vinculado con el software, el diseño gráfico o la ingeniería de diseño. En realidad, se está refiriendo a la expulsión masiva de trabajadores agrícolas que produciría la transformación tecnológica de los procesos de trabajo y la maquinaria.
Grobocopatel quiere acoplar el campo argentino al desarrollo tecnológico internacional. Para eso quiere eliminar, o “hacer algo”, con las retenciones, y cooptar a las organizaciones sindicales y sociales rurales. El primer punto no ha sido logrado hasta el día de hoy, aunque a cambio, tanto los gobiernos de los Fernández-Massa como Macri, hayan beneficiado a estos sectores con la indulgencia frente al desgaste acelerado de las tierras de lo que fuera la Pampa Húmeda, la contaminación de la población y el agua. Ni hablar de los fabulosos beneficios que la demanda internacional de soja produjo en las primeras dos décadas de los 2000 y que fueron fugados al exterior. En épocas de default, una quita de las retenciones requeriría un ajuste fiscal mayor para compensar lo que el estado perdería por su recaudación, aun así, tanto Massa como Larreta, estarían dispuestos a discutirlo.
El segundo punto es el más importante porque la transformación tecnológica del campo supondría una expulsión masiva de trabajadores. El paquete tecnológico OGM-Agroquímico produjo la expulsión de mano de obra de las plantaciones, desplazamiento de campesinos y la quiebra de medianos productores durante fines de los ’90 y las dos primeras décadas de los 2000. Esta fue la base objetiva del aumento de organizaciones sociales rurales, hoy muy ligadas a la economía popular del campo, de un lado, y la concentración, de otro. Una innovación y robotización del campo a gran escala, bajo la misma lógica que el ciclo anterior, la del capital, produciría una expulsión mayor. Advertido del ascenso de la lucha que esto traería, el empresario alerta a su clase acerca de la necesidad de “poner el ojo” en el resto de la sociedad. Probablemente se haya persuadido de esta “necesidad” cuando firmó la declaración que puso por encima del derecho del pueblo jujeño al salario digno y a sus tierras, la “constitución”, aunque sea en esencia reaccionaria.
Mirado globalmente, el razonamiento, sin embargo, tiene limitaciones insalvables. Da por hecho que la desocupación en masa no va a ser enfrentada por los trabajadores. El temor de la burguesía nacional es compartido por su homóloga en el mundo. En el marco de la crisis capitalista internacional y del carácter fuertemente especulativo de los capitales financieros, una reorientación de los mismos a la robotización de la industria y el campo a gran escala, que reinicie un nuevo ciclo de acumulación, estará supeditado a una previa depuración de los mismos, que se hará a base de bancarrotas financieras mayores y de una agudización de la lucha de clases con el consecuente despliegue en toda su potencia de la guerra internacional. Gustavo Grobocopatel en cambio, cree ver en esta guerra una oportunidad de negocio, al haber transformado a los alimentos en una “materia prima estratégica”.
El programa que expone el excéntrico empresario del campo, se corresponde perfectamente con el liberalismo de centro que expresan Massa y Larreta, fieles espadachines del mercado y propagandizadores del diálogo, con quien acepte los términos del programa del FMI y de los capitales financieros. Los trabajadores, debemos deliberar e imponer nuestra propia salida a la cuestión del campo nacionalizando la tierra de los grandes pulpos y reconvirtiéndola en base a criterios de cuidado medioambiental planificados y decididos por los trabajadores con la colaboración de la comunidad científica. A su vez, deben ser restituidas las tierras de las comunidades originarias y otorgar la titularidad de las tierras a los trabajadores ligados a las cooperativas de producción de alimentos.
“Prohibición del glifosato”: el Frente Renovador de la Concordia pavimenta el camino al gran capital transnacional biotecnológico Misiones. Por José Fernández y Brian Murphy, 03/07/2023.
Misiones: la ley de bioinsumos y la prohibición del glifosato Por Mario Coutouné, 01/07/2023.
“Graboiscopatel” – el capital financiero y el “empalme” con la “economía popular” Por El Be, 02/05/2022.