Nota de tapa de Política Obrera N° 92 edición impresa.
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El fin de semana largo ha dejado una resaca de conflictos; el mayor número desde el comienzo del actual gobierno reaccionario.
No solamente a nivel nacional.
Los estatales enfrentan despidos masivos y arbitrarios con diversas movilizaciones y la ocupación de edificios públicos. Los voceros de estas luchas denuncian que Milei busca liquidar el ANSeS y retomar las privatización de las jubilaciones.
CTERA ha declarado una huelga nacional de 24 horas. La pandilla libertaria acaba de congelar la jubilación de los docentes. En la UOM se manifiesta una moviliización intensa y el anuncio de una huelga indefinida por parte de la seccional de Villa Constitución, donde se encuentra Acindar y sus tercerizadas.
A las suspensiones y expectativas de despidos, se añade algo fundamental: los metalúrgicos siguen cobrando el sueldo de noviembre pasado, como consecuencia de la obstinada resistencia de la patronal a firmar un nuevo convenio de trabajo; Tenaris y Arcelor Mittal alegan, al igual que las empresas automotrices, que sus costos de exportación han aumentado en dólares, como resultado de la inmovilidad del tipo de cambio.
Paolo Rocca defiende a rajatablas la decisión de Caputo de no homologar los aumentos salariales que superen ¡el 17 por ciento!
La cuestión de la huelga indefinida es debatida abiertamente en las metalúrgicas y en las siderúrgicas.
En el caso de las universidades, la situación es deseperante, porque el presupuesto anual quedaría agotado en dos meses; los sindicatos universitarios han votado movilizaciones y huelgas.
La aprobación de una reforma laboral, que liquidaría las indemnizaciones y el derecho de huelga, entre otras medidas antiobreras, que no tocarían el aporte sindical obligatorio a las burocracias sindicales, ha puesto en alerta a una parte de los sindicatos.
El ajuste en las provincias es brutal, porque la recesión ha producido una caída en la recaudación de impuestos, en el marco de un plan económico que busca ¡el superávit fiscal!
Los medios de comunicación destacan el desconcierto que reinaría en la población y la ausencia del liderazgo en la oposición.
En cuanto a los trabajadores, el desconcierto se irá recuperando a medida que progrese la lucha misma; en cuanto a la oposición, no hay un plan B frente al anunciado derrumbe de la ofensiva mileísta.
Desde nuestro partido, Política Obrera, no solamente llamamos a reunirse en plenarios y asambleas para impulsar una huelga general. Debemos aprovechar las huelgas y ocupaciones de edificios en curso para desarrollar una huelga general que unifique reclamos por zona, región, barrio o provincia.
El FMI y muchos voceros de las patronales advierten que las contradicciones del plan oficial son explosivas. Las grietas por arriba son funcionales a una victoria de la huelga general por abajo.