Tiempo de lectura: 4 minutos
Aunque la burocracia de la CGT ha descartado levantar el paro que convocó con un mes de anticipación para el próximo jueves, sigue siendo un paro aislado. No modifica este límite insuperable el que pueda contar con la adhesión del transporte colectivo, que la burocracia de UTA mantuvo incierta hasta último momento. El voto al proyecto amortizado de ley ómnibus, por parte de una larga mayoría, en Diputados, demuestra que la política de ajuste y privatizaciones cuenta con el apoyo del conjunto de la patronal, y que no será derrotado por un paro cada tres meses o cada uno. Que los medios de comunicación oculten que sigue vigente el DNU/70 muestra que la miniley ómnibus es, fundamentalmente, una maniobra para asegurar la permanencia de ese decreto antiobrero. A ese DNU se han añadido otros más, sin que la opinión pública haya sido informada de qué se trata.
El paro del jueves no apunta contra la ley mencionada, sino contra el paquete fiscal, que contiene la reimplantación del Impuesto a las Ganancia de la cuarta categoría. El Gobierno y el FMI han declarado enormes expectativas de que ese impuesto compensará la caída de la recaudación fiscal, que ha generado el derrumbe de las ventas y de la producción industrial. La reducción del piso de ese impuesto golpea a trabajadores de numerosos sindicatos –desde el transporte en todas sus variantes, bancarios, aceiteros y petroleros-. Las provincias petroleras e incluso los pulpos petroleros resisten ese restablecimiento de Ganancias, porque atenta contra la realización de horas extras, de las remuneraciones no contributivas y hasta otros ítems como víaticos, por ejemplo. Las burocracias de todos estos sindicatos tienen la expectativa de que el Senado pueda introducir alguna modificación, vista la pequeña diferencia que existe entre los bloques de esa Cámara. Un caso especial es el de la UOCRA, por el parate del 98 % de la obra pública.
La burocracia de la CGT busca meterse en el entresijo de estas contradicciones para obtener alguna migaja que le permita declarar victoria y apuntalar una autoridad en caída libre. El Gobierno afecta no sentirse alcanzado por el paro, mientras los salarios y jubilaciones siguen desplomándose. En tanto los títulos de la deuda extranjera sigan subiendo, conserva la ilusión intacta de conseguir un financiamiento internacional. La aprobación del blanqueo, de las ventajas a las inversiones superiores a los 200 millones de dólares, sumados al jubileo de multas por el trabajo en negro, el resto de la legislación antilaboral y la delegación de poderes es suficiente para que los liberticidas se declaren hechos con lo que salga del Senado. El paro del 9, además de aislado, carece de un programa concreto. Es un viejo método de la burocracia para evitar que se juzgue la medida por sus resultados reivindicativos.
No es el paro aislado el que conmoverá al Gobierno antiobrero y eventualmente le ponga fin. Las contradicciones del Rodrigazo oficialista han salido a la superficie con la disputa por la necesidad de una nueva devaluación del peso y poner fin a lo que tiene el viso de una depresión industrial y comercial. A diferencia de una recesión, se empiezan a ver cierrres de plantas, agravada por el crecimiento de los costos de importación. Del otro lado de la mesa, el Rodrigazo es enfrentado por las manifestaciones como la Marcha Universitaria, respecto de las cuales el medio pelo de las comunicaciones quiere convencer de que sería un asunto meramente académico, no una enorme irrupción política. La burocracia de la CGT busca que los métodos tradicionales bloqueen la tendencia a la protesta social y la acción directa.
Cuando los sindicatos se encuentran integrados al Estado y al servicio de las patronales, el llamado a paros aislados y sin horizontes es una expresión de la crisis que se ventila por arriba. La celebración del 1° de Mayo en las puertas de la sede de la CGT mostró que la masa de la clase obrera y una mayoría del activismo le da la espalda a la burocracia sindical. Los Daer y compañía conmemoraron el Dia Internacional de los Trabajadores sentando en su mesa a Kicillof, Ferraresi y Espinoza, o sea, a la fracción patronal que ha entrado en choque con el kirchnerismo. La burocra sindical no pisa el barro, sino la alfombra roja del aparato estatal.
Luchemos para que la iniciativa desde abajo aproveche la crisis de arriba para terminar con el régimen de explotación y represión de los explotadores nativos e internacionales.