Escribe Pablo Busch
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El paro del transporte de la semana pasada tuvo, en el marco de la nueva situación política, un alcance importante, pero la deserción de los gremios del transporte de colectivos y de los ferroviarios dejó abierta una grieta en el interior de la Confederación del Transporte (CATT). Finalmente, Sergio Sasia, de la Unión Ferroviaria, renunció a su conducción.
Los términos de la salida de Sasia son “cristalinos”: para el ferroviario, es momento de ser “propositivo” con el Gobierno y no de andar alentando planes de lucha. En su carta de renuncia, Sasia dice que, “en los últimos meses, vemos cómo algunas de las organizaciones sindicales de esta Confederación han asumido una agenda de acción directa que se aleja no solo de las disposiciones orgánicas de la CGT, sino también de esta misma Confederación, en base a lo acordado en Consejo Directivo y Plenarios. En este marco han definido un plan de lucha que no fue dispuesto desde el seno de esta Confederación, ni de la propia CGT, no obstante, siempre hemos estado en permanente contacto con organizaciones hermanas".
Hasta antes de las declaraciones de Sasia, el moyanismo y compañía mantuvieron al jefe de la Unión Ferroviaria, que opera como agente de la privatización, al frente de la CATT.
En el conflicto de Aerolíneas Argentinas, un sector de los sindicatos aeroportuarios, encabezados por Cirielli, se ha desmarcado completamente de los reclamos de los otros gremios y los acusó de destruir Aerolíneas, en línea con la campaña del gobierno. En la conducción de la CGT, el sector mayoritario compuesto por los “gordos” (Sanidad, Comercio) y los supuestos “independientes”, como Gerardo Martínez (UOCRA), se impone el acuerdo con el Gobierno. Incluso en la propia familia Moyano, Facundo, jefe del Sindicato de Peajes, carnereó el paro del 30 y se ha convertido en un vocero político de la reforma laboral.
En los lugares de trabajo, el moyanismo acompaña a fondo el avance patronal sobre las conquistas, la mayor precarización del trabajo y la flexibilidad laboral. Pablo Moyano reculó en chancletas ante la no homologación de una paritaria ya firmada. El SMATA de Pignanelli se puso a la cabeza de los despidos en Volkswagen y de la reforma laboral aplicada por Toyota. El capo de la UOM, Abel Furlán, enfrió la lucha de los siderúrgicos mientras Paolo Rocca mantuvo los salarios congelados durante el semestre de mayor inflación en décadas. La “oposición” de estos “combativos” se limita a colocar en foco los próximos turnos electorales y a bregar por el triunfo de Kicillof. Con sus ´planes de lucha´, como repite el senador formoseño José Mayans, apuntan a “alimentar una esperanza en el pueblo”... para evitar una rebelión popular.