La miseria social, las confiscaciones de ingreso y la bicicleta financiera preparan una rebelión popular superior.
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En la memoria histórica de Argentina, el 19 y 20 de diciembre representan el levantamiento popular contra una descomunal confiscación económica contra los trabajadores, perpetrada por los Milei y Caputo de 2001, en la persona de Cavallo, Sturzenegger y los funcionarios de la ‘bicicleta financiera’. Como el escorpión que pica al cocodrilo en medio del río, esos libertarios anticipados, repitieron sus fechorías, a partir de abril de 2018, bajo el gobierno de Macri, cuando despilfarraron 40 mil millones de dólares para financiar, otra vez, una fuga gigantesca de capitales.
Milei va por una tercera tentativa.
Ya ha gastado, por de pronto, 14 mil millones de dólares del saldo del comercio exterior, para llevar los precios en Argentina a niveles internacionales, para promover una ganancia enorme a las grandes compañías y a los tenedores de deuda pública tanto en pesos como en dólares. En consecuencia, ha aumentado esa deuda en cien mil millones de dólares en menos de un año. Como en 2001 y en 2018, cualquier chispa interna o internacional llevaría a Argentina a otro default, que será sin precedentes.
Para sustentar este gigantesco desfalco, Milei contó con el apoyo del Congreso y la CGT para confiscar el 50 % del poder adquisitivo de salarios y jubilaciones, con el pretexto de terminar con el déficit fiscal. Hay otra manera de equilibrar el presupuesto nacional: solo el año que viene el gobierno se dispone a conseguir 25 mil millones de dólares, mediante un mayor ajuste; mediante entrega de un patrimonio muy valioso del Estado; y por medio de mayores deudas. Cesar el pago de esa deuda usuraria dejaría un superávit fiscal, que bajo un gobierno de los trabajadores podría promover una mejor salud y educación y una inversión real en la industria, en lugar de una fuente de giros de ganancias a sus casas matrices en el exterior.
En diciembre de 2001, ni la CGT ni el peronismo fueron de la partida. La iniciativa de la movilización partió de los barrios, de donde surgieron enseguida las Asambleas Populares. Partió del movimiento piquetero, que no contaba con ninguna asistencia social ni estaba comprometido o integrado al Estado, con el reclamo del derecho al trabajo y el seguro a los desocupados. El peronismo y todos los partidos parlamentarios intervinieron sí para cortar de cuajo la rebelión popular, por medio de un golpe de estado, mientras los servicios del Estado ejecutaban a los militantes en lucha. Los Duhalde y compañía organizaron enseguida una política de represión, que culminó con la masacre de Avellaneda, en junio de 2002.
Hoy, esa misma burocracia sindical ha forjado un pacto con Milei, con el apoyo abierto o tácito de Kicillof y Cristina Fernández. Alegan que no tienen otra alternativa, para ocultar que ayudaron al arribo de Milei a la Presidencia, mediante su complicidad con el gobierno de los Fernández y el apoyo a Massa. La CGT no actuó como una organización obrera sino como puntal de una salida reaccionaria de las patronales.
Javier Milei es un embajador del estado sionista, condenado por genocidio por la Corte Penal Internacional. Es un embajador del imperialismo norteamericano, de Trump y de la OTAN. El objetivo que persigue es alinear a Argentina con la guerra mundial imperialista. Es a este embajador del gran capital y del militarismo mundial que apoya la burguesía “nacional” con sede en Argentina.
La historia se repite, aunque con yapa. El régimen político patronal está sacudido por una crisis de corrupción, que empequeñece a la “Banelco” del año 2000. El episodio Kueider no es aislado, envuelve a todo el gobierno, a legisladores y gobernadores, a los fascistas libertarios, al macrismo, al peronismo y al kirchnerismo, y por supuesto a la burocracia sindical. El régimen, podrido hasta los huesos, se apresta a nuevos desfalcos, como canjes de deuda a cotizaciones superiores a su valor presente.
Conmemorar, con marchas y movilizaciones, el 19 y 20 de diciembre tiene una enorme actualidad. La jornada que reivindica una rebelión popular histórica debe ir acompañada de una comprensión de sus limitaciones, cuando está privada de una dirección política independiente de los trabajadores. El gobierno de Milei es un castigo por esta gran limitación. Como, de cualquier modo, nos encontramos en una etapa de preparación de enormes crisis y renovadas luchas y rebeliones, debemos usarla para asegurar victorias definitivas.
En este 20 de diciembre, tenemos planteada la gran tarea de preparar, con la agitación política, la propaganda y la organización, una acción histórica independiente de la clase obrera para derrotar al gobierno de los confiscadores seriales. Cualquier expectativa en la burocracia, y sobre todo en su autopercibida fracción combativa, nos llevará a una vía muerta. En oposición al peor de los “cepos”, el de los burócratas vitalicios, impulsemos autoconvocatorias, coordinadoras, congresos de delegados con mandato, y la formación de comités y consejos obreros. Será nuestra herramienta para avanzar hacia una huelga general para recuperar el salario perdido, la vigencia de los convenios y del derecho laboral, la nacionalización y abaratamiento del sistema de salud, la defensa del patrimonio tecnológico de Argentina y la nacionalización de todos los recursos estratégicos.
Contra la guerra imperialista mundial, promovamos la unidad internacional de la clase obrera, para imponer gobiernos de trabajadores y repúblicas socialistas.
Política Obrera, 12 diciembre 2024.