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Las elecciones legislativas porteñas han alcanzado un volumen político elevado. Sin PASO, serán el primer test electoral; los encuestadores le asignan impacto nacional.
La apuesta del gobierno es un resultado que le abra camino para el desalojo del PRO del gobierno de la Ciudad en 2027. Contradictoriamente, influiría en las posibilidades de un frente de “al carajo con la libertad” y el PRO para enfrentar al kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires. El test electoral porteño dejará establecida la posibilidad o no de una alianza en la estratégica provincia de Buenos Aires, último reducto del kirchnerismo. Mauricio Macri mantiene el reclamo de ingresar al gabinete, luego de haber dado sobradas muestras de compromiso parlamentario. El rechazo de los liberticidas podría llevar al PRO del paraoficialismo a la oposición. En este ajetreo deberá influir mucho el tipo de salida que tenga la corrida cambiaria. La cuestión del acuerdo forma parte de las negociaciones con el FMI.
El gobierno nacional ha puesto al frente de la lista porteña al vocero Manuel Adorni, un allegado 'íntimo' de la camarilla Milei-Santiago Caputo. Sin caudal de votos registrados, opera como una transferencia de Milei, cuyo fracaso sería un golpe político de altura. A los personeros que han comprado la franquicia 'libertaria' en elecciones locales no les ha ido bien. Karina Milei, dicen los diarios, hubiera preferido mantenerlo en el cargo, para no arriesgar tanto. La candidatura de Adorni sondea un reclutamiento de votos entre los electores del PRO que han votado, en 2023, por Patricia Bullrich –de quien se dice va ‘a patear’ el distrito-.
La lista del PRO, por su parte, estará encabezada por la ‘sorora’ Silvia Lospennato, con intenso protagonismo en Diputados. Ocupa el lugar que estaba reservado para María Eugenia Vidal. Los ‘libertarios' Ramiro Marra y Yamil Santoro correrán con sus propias listas, como también ocurre con un renegado del PRO y JxC, Horacio Rodríguez Larreta. La disgregación de la ‘oferta’ de la derecha es la característica fundamental de la elección porteña. Pero oculta, toda sumada, una preponderancia electoral.
El primer lugar que las encuestas le asignan a Leandro Santoro, con menos del 30 % de los votos, es vivido en el kirchnerismo como el anticipo de una victoria en Provincia. La habilidad de Santoro ha sido, sin embargo, la de distanciarse mediáticamente de los K y, por sobre todo, del último gobierno de los Fernández, sin importarle que haya apoyado “al Alberto” hasta el último suspiro de aquella coalición. Santoro tiene incluso la intención de rehabilitar su antigua condición de radical; donde hubo fuego quedan las cenizas. Ese retorno a las ‘fuentes’ es la excusa que ha encontrado Guillermo Moreno para negarse a votarlo; “peronistas votan peronistas”, contrariando los veinte años en que se disfrazó como Frente para la Victoria, Frente de Todos y Unión por la Patria. ‘Doctrinario’ del peronismo, Moreno ha sido un rabioso partidario del gobierno Menem-Alsogaray-Cavallo.
El FITU también anotó su lista “independiente”, luego de haberse esforzado por armar un frente político “unitario" con el kirchnerismo para la marcha del 24 de Marzo y, más atrás, el llamado a votar a Massa en el balotaje con Milei. En su primera declaración pública, Vanina Biasi, la cabeza de lista, denunció al kirchnerismo por su ‘ausencia’ en las luchas de “los trabajadores y los jubilados”: no escarbó más allá de esto en la delimitación política con un partido patronal. Los sondeos no son generosos con el FITU, aunque pueden esconder un sesgo antiizquierdista de parte de las agencias de opinión. Desde un enfoque objetivo, enfrenta una inclinación del voto opositor hacia Santoro, a quien no le han propuesto ninguna marcha “unitaria”. Alternativamente, la podría ayudar la irrupción de la crisis financiera, pero se desconoce cuál es el programa del FITU, si lo tuviera, porque no lo presentó para la inscripción de listas. El FITU, una coalición decididamente oportunista, no es un canal para el descontento creciente y veloz de las masas trabajadoras.
La elección porteña, así como el conjunto de elecciones desdobladas antes de las parlamentarias de octubre próximo, transitarán una etapa de crisis financieras agudas, por un lado, y una aceleración de luchas de distinto carácter, por otro. Ninguna encuesta refleja una tendencia a la abstención o al voto en blanco. Reforzado por el hecho de que no son elecciones ejecutivas, es probable que registre una dispersión de votos acentuada. Es lo que no logrará evitar la camarilla cuyo etiquetado frontal es “al carajo con la libertad”.