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Una vez más, la fábrica de vidrio Rigolleau es noticia por poner en riesgo la vida de otro trabajador. El día sabado 11 de febrero un operario cayó desde 15 metros en el hueco de un ascensor y tuvo que ser rescatado por bomberos de la zona.
En junio del 2020, Víctor Rodríguez murió aplastado por una bolsa de cuarzo de más de 1.000 kilos. En el período de mayor riesgo de contagios de covid 19, los trabajadores no contaban con protocolos, ni elementos de protección sanitaria, ni testeos. En caso de presentar síntomas, se los enviaba a su casa. En esta, como en tantas otras fábricas, la politica fue la "inmunidad de rebaño", en complicidad con el sindicato; flexibilidad laboral 'al palo'.
Las condiciones de flexibilidad en la fábrica hacen recordar hoy a las condiciones de los obreros de principio del siglo XX. La jornada laboral es de 8 y hasta 16 horas, con períodos de descanso de 10 a 15 minutos. Los trabajadores permanecen de pie y en actividad permanentemente. Estas condiciones infralaborales se deben a que solo hay un operario en líneas de producción, cuando debería haber tres o cuatro. Muchos trabajadores sufren lesiones crónicas graves: dolores de cintura, de columna, calcificación en las plantas de los pies, problemas metabólicos por las altas temperaturas, etc. Sin embargo, en los consultorios médicos de la empresa, minimizan las dolencias, que muchas veces terminan convirtiéndose en lesiones crónicas, y los hacen continuar su jornada; no reconocen la licencia médica ni en los casos crónicos, ni los derivan a la ART. Los trabajadores tampoco cuentan con elementos de seguridad: en el lavadero, lugar donde se separa basura con el fin de obtener restos de vidrios, los trabajadores denuncian que el olor es nauseabundo, muchos se descomponen y deben ser reemplazados por otros compañeros; ademas, separan el vidrio con las manos desnudas, ya que no les proveen guantes, ni barbijos .Los matafuegos están vencidos siendo una fábrica que trabaja a altas temperaturas.
En días de lluvia, el agua entra a torrentes dentro de los galpones y los cables de electricidad están en el suelo. Las condiciones de los baños son deplorables: tienen letrinas rotas y sucias, los trabajadores deben poner cajones para poder sentarse. A pesar de estar hasta 16 horas en la fábrica, el vale para el comedor no cubre ni una semana.
Al ingresar a la fábrica los contratados no reciben copia de su contrato y en la mayoría de los casos se enteran de su baja al llegar a la puerta, cuando no les permiten el ingreso, luego de haber trabajado durante 30 o 45 días. Para rematar estas condiciones de semiesclavitud, en el recibo de sueldo sólo se les paga el jornal trabajado de 8 o 16 horas y no se les pagan los días no trabajados; por lo tanto, los días de descanso tampoco cobran horas extras por las jornadas de 16 horas.
En la fábrica trabajan casi 1.000 obreros que cuentan con una representación sindical de 30 delegados del SOIVA. Sin embargo, las condiciones de explotación permanecen intactas: no se convocan asambleas y no se realizan medidas de fuerza de ningún tipo frente a este nivel de explotación. Cuando falleció Víctor, solo hicieron una hora de cese de actividades. La complicidad entre el sindicato y la patronal es alevosa. La realidad de Rigolleau es la expresión de un régimen social capitalista en derrumbe, que solo tiene para ofrecer una explotación feroz y despiadada, desocupación masiva, pobreza e indigencia crónicas y estructurales, hambrunas, crisis climática, pandemias y guerras. Este régimen no solo atenta contra la calidad de vida de los trabajadores sino contra su propia existencia.
Llamamos a toda la clase obrera a debatir una salida obrera y socialista.
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