Escribe Jorge Altamira
Una respuesta a sus críticos patronales, frente a una crisis histórica imparable.
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Ni hay que dar por el pito más de lo que el pito vale, ni todo lo que reluce es oro. Adicto al twiteo, Javier Milei decidió contar por cadena, ayer, un octavo de la verdad para escamotear una gigantesca mentira. La cuestión es: ¿por qué?
La razón más primitiva ha sido el propósito de desplazar a la Marcha Universitaria de la centralidad informativa. Los titulares de la mayor parte de la prensa y de la audivisión, el martes 23, conformaron ese objetivo. Las redes y los canales masivos se han convertido, de acuerdo a los especialistas, en los instrumentos más importantes de la lucha política y, por consiguiente, de la mentira. Un editorialista del Financial Times, Martín Wolf, se atreve a caracterizar que el fascismo siglo XXI habría sustituido, por la vía de los medios masivos, lo que en el pasado eran los partidos verticales y militarizados de masas.
Más allá de esta contingencia, la cadena del lunes 22 obedeció al propósito de hacer frente a una crisis política que se abre paso a ritmo creciente. Una manifestación de esta crisis es la misma Marcha de hoy, que ha servido para juntar en una acción de repudio al gobierno a una gran masa del bloque derechista que le dio los votos a Milei en el ballotage, con los votantes de Massa en la primera y segunda vuelta. En la cadena, Milei reafirmó, con sus escuderos al lado, que seguirá con la política de confiscación de ingresos y derechos populares. En caso de que se abriera una negociación con las autoridades universitarias, para imponer una ‘tregua’ a la movilización, el liberticida pondrá sobre la mesa el ajuste a los salarios de docentes y administrativos, y la arancelización y el examen limitativo del ingreso. O sea, una reducción de la población universitaria. Los manifestantes de la Jornada de hoy deberían reunirse de inmediato para darle continuidad a esta lucha y destruir las trampas. No hay que olvidar que el Presupuesto ‘fake’ 2024 fue pactado por Massa con Milei, cuando decidieron que su tratamiento pasara al nuevo Congreso.
El hierro caliente de la situación inmediata tiene, sin embargo, otras aristas explosivas. Los profesionales de la información no han advertido que ayer hubo un ausente que en otras cadenas fue notorio por su presencia, Federico Sturzenegger. Sturze, que ocupa una oficina en la Rosada sin ser funcionario, ha manifestado su desacuerdo con la embestida de Caputo, su viejo adversario, contra las prepagas. Con menos ostentación, se opone a achicar la Ley Ómnibus enteramente redactada por él mismo, que ha pasado a ser renegociada con la oposición ‘dialoguista’. El ex presidente del Central, en la primera etapa del gobierno de Macri, advierte también que está siendo arrinconado por las críticas que recibe el Gobierno acerca de dos cuestiones cruciales: el atraso cambiario y el peligro que entrañaría una nueva devaluación y por la profundidad de la recesión inducida por los liberticidas, que podría convertirse en depresión económica. Las ondas expansivas de esta crisis han llegado al bloque parlamentario de la LLA. Karina Milei ha desatado una ofensiva que culminó con un sangrado intestinal de la diputada Marcela Pagano, que fue consagrada presidenta de la Comisión de Juicio Político de Diputados en un acuerdo no consentido con la oposición. Estas provocaciones han desatado una crisis parlamentaria, ante la negativa de la oposición (y una parte del oficialismo) a rever la votación.
La necesidad de aflojar el ajuste para impedir una depresión comienza a penetrar en la gran industria. La caída del 6/7% del PBI generaría un proceso de desinversión, que es distinto cualitativamente a una reducción de la utilización de la capacidad instalada. Impulsaría, junto con la caída espectacular del consumo, un proceso decreciente acumulativo. Milei ha celebrado, en la cadena, esta destrucción de capital, porque ofrecería la posibilidad de apropiación de empresas a nuevos inversores. El propósito de la cadena ha sido cortar de cuajo la posibilidad de que el Gobierno atenúe el ajuste o relaje su política de dolarización económica, como lo exigen los críticos o como se desprende de estas críticas. La cadena, sin embargo, ha sido improvisada por la urgencia que plantea la crisis, no por la convicción acerca de la solidez del ajuste.
Las tendencias explosivas de la situación en su conjunto, en especial en este mes de tarifazos estruendosos, no han servido para estructurar, como ocurría en el pasado, un agrupamiento de recambio. La expresión más clara de este vacío alternativo ha sido la decisión de la Corte de rechazar el pedido de declarar la inconstitucionalidad del DNU/70. Milei, para el ‘establishment’ ´, no tiene un sustituto viable –menos aún para la OTAN, que está sentando plaza propia en Argentina. Mientras Milei sigue aumentando la deuda pública todos los meses, por el equivalente a más de una decena de miles de millones de dólares, las acciones de los bancos y los títulos de deuda extranjera no dejan de subir. No ha trascendido la magnitud de esta especulación, en un mercado que tiene habitualmente pocos ‘jugadores’, pero se trata, ciertamente, a la luz de los factores en presencia, de una operación de corto plazo.
Es una oportunidad histórica para construir una dirección obrera revolucionaria. Sin embargo, la variedad de corrientes que integran la autollamada izquierda ha adoptado una posición seguidista a las autoridades universitarias, que representan a la clase capitalista y a los partidos patronales en la Universidad. Han formado en los claustros directivos un frente único. Lo mismo ocurre con respecto a quienes son los agentes de las patronales en el movimiento obrero, la burocracia de la CGT, que ha decidido sacarle el cuerpo a la Plaza de Mayo el 1° de Mayo, con el propósito de darle continuidad al acuerdo con Caputo y Nicolás Posse hace dos semanas.
En la superación de esta grave crisis de dirección es necesario poner el acento en la clarificación política; en la orientación; y en advertir, por medio de la lucha política cotidiana, las puntas del ovillo de la gran lucha de clases en desarrollo, para convertir a esta lucha en un torrente político y a sus activistas y luchadores en los cuadros de un gran partido revolucionario.