Nuevos crímenes del sionismo contra el pueblo palestino

Escribe Norberto Malaj

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El jueves el ejército sionista ingresó con bulldozers al campo de refugiados de Jenin, en la Cisjordania. Provocó una masacre: 9 palestinos murieron. En la incursión se gaseó un nosocomio.

El nuevo gobierno está pasando de la agresión discursiva a las provocaciones. Esa coalición reúne a un conjunto de fuerzas ultraderechistas-religiosas partidarias del “Gran Israel”. En nombre de la Torá pretenden imponer una política de limpieza étnica que amplíe la Nakba (expulsión de palestinos) de 1948.

Una de las fuerzas centrales de la coalición es el lobby de los colonos, casi medio millón de judíos religiosos -financiados por grandes multimillonarias yanquis trumpistas-, que se han asentado en la Cisjordania palestina y robado sus mejores tierras y cursos de agua.

La derecha procolonos es la principal instigadora de la reforma judicial que contra viento y marea se propone el nuevo gobierno. “La corte, en particular, es ampliamente vista por la derecha israelí como un impedimento para el asentamiento judío en Cisjordania y para una visión expansiva del Gran Israel. El antagonismo entre el movimiento de los asentamientos, por un lado, y la Corte, por el otro, no es un fenómeno nuevo” (Susie Gelman, Haaretz, 26/1).

Desde 1979 la Corte tendió a “prohibir el establecimiento de asentamientos en tierras privadas en los territorios ocupados”. Una y otra vez los colonos fueron avanzando sobre esas tierras: primero mediante amenazas, después ´comprándolas´; sobre todo aprovechando legislación que ese lobby arrancaba de la Knesset (parlamento). Precisamente en este proceso es que la Corte “desarrolló un enfoque más parecido al control judicial de EE. UU., a saber, la capacidad de anular leyes inconstitucionales (o de violar Leyes Fundamentales cuasiconstitucionales)” (ídem). Se entiende así la necesidad de esta derecha de barrer con la Corte y transformarla en un apéndice de la Knesset.

Hasta ahora las grandes movilizaciones democráticas en Israel contra esa reforma muy limitadamente buscaron interesar a la minoría palestina-israelí. Sin embargo, la ofensiva de la derecha sionista contra el sistema judicial plantea como pocas veces antes una lucha común: “Neutralizar la corte a través de una legislación que permitiría a la Knesset anular sus decisiones no sería perjudicial solo para los derechos de los palestinos; limitaría la capacidad del poder judicial para proteger a las personas en Israel en una amplia gama de ejes, ya sea religión, género, capacidad o edad. Pero el conflicto palestino es la razón principal por la que la corte se convirtió en un objetivo para la derecha israelí” (ídem).

Un objetivo central de la ´reforma´ es “eliminar las restricciones sobre la conducta de los soldados en los territorios y levantar los castigos para quienes las infrinjan. La defensa de los soldados ´rebeldes´, ya sea Elor Azaria en 2016 o el soldado que acosó a los activistas en Hebrón a fines de noviembre pasado, se relaciona con el conflicto; además de tener serias implicancias para la cadena de mando de las FDI y sus fundamentos morales” (ídem). No casualmente, la reforma ha sido rechazada por los altos mandos porque abriría las puertas a que los religiosos y/o los colonos operen como un mando alternativo.

La coalición derechista no esconde “sus intenciones y planes audaces para legalizar los asentamientos hasta ahora no autorizados de Cisjordania”. En 2015 la Corte “ordenó la demolición de una sinagoga construida ilegalmente en el asentamiento de Givat Ze'ev”. Desde entonces los colonos denunciaron que “es inconcebible que un tribunal judío destruya una sinagoga” (ídem). Para estos sionistas, como ocurre en el mundo musulmán o cristiano con los ´fundamentalistas´, la ley ´divina´ está por encima de las leyes terrenales, que los religiosos observan como insuficientes para consagrar la opresión social y nacional de Palestina.

Se trata de una ofensiva en regla que amenaza todo el cuadro de ´acuerdos´ con la Autoridad Palestina, de colaboración entre el sionismo y la burguesía palestina que tolera casi todos los atropellos.

La tentativa de ampliar la Nakva de 1948 con una nueva y mayor limpieza étnica de Palestina amenaza con potenciar agudamente la inestabilidad de la región, en el cuadro de una guerra internacional.

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