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El partido de Hitler había conseguido una enorme victoria electoral en 1930, pero las contradicciones del NSDAP comenzaban a agudizarse. Las SA, el brazo armado del partido, mantenía una relación tensa con la organización 'civil', bajo cuyo control se suponía se encontraba sometido. Su peso estaba creciendo: en 1930 contaba con 30.000 hombres; dos años después tendría medio millón. Las SA reclamaban una mayor cantidad de lugares en las listas electorales. Hubo una rebelión que culminó con la ocupación de las oficinas de NSDAP por parte de las SA en el mes de agosto. Finalmente, Hitler descabezó a la organización y llamó a traer de vuelta a Ernst Röhm, antiguo mariscal del ejército que había participado del Putsch de Munich y, luego de su fracaso, había partido a Bolivia para colaborar con el ejército boliviano como asesor. Röhm, a su vuelta, se hizo cargo de reestructurar las SA. Unos 500 dirigentes de la organización fueron purgados y Hitler logró mantener la unidad de la organización. La relación con las SA, de todas maneras, se mantendría tensa hasta su desenlace final en junio de 1934 (en “la noche de los cuchillos largos”).
En 1931 se realizan nuevas elecciones y los nazis se consolidan como el primer partido del parlamento, con un 37% de los votos (una proporción más alta de los votos que la de comunistas y socialistas juntos). El gobierno de Brüning se mantenía en el poder exclusivamente por el apoyo que le brindaba el SDP y, sin mayoría en el parlamento, sólo podía gobernar mediante decretos de excepción. La crisis económica mundial desatada con el 'crack de 1929' continuaba su curso y en 1931 se produjo el desplome de dos de los grandes bancos de Alemania, el Darmstädter y el Dresdner.
En marzo de 1931, a instancias de sectores derechistas, se convocó a un referéndum por la disolución anticipada del Reichstag, que significaba un ataque directo al gobierno que sostenía el SDP. Los nazis se lanzaron a una intensa campaña por el referéndum, con el objetivo de provocar el colapso gubernamental y forzar a los estratos vacilantes de la burguesía a que les entregaran el poder para aniquilar a las organizaciones obreras. El KPD propuso a los socialdemócratas un frente único contra los fascistas, exigiendo determinadas condiciones. El SDP rechazó las condiciones de los comunistas y éstos decidieron entonces formar, de hecho, un frente único con los fascistas contra la socialdemocracia. El KPD se sumó a la campaña del referéndum, al que llamó “el plebiscito rojo”.
Trotsky, escandalizado por esta orientación, aseguró que la misma terminará por “entrar en los libros de texto de la estrategia revolucionaria como ejemplo de lo que no se debe hacer”. El revolucionario ruso también llamó la atención de que la militancia del KPD no se rebelara ante semejante disparate de su dirección (que, además, había dado un vuelco de 180º con respecto al referéndum de un día a otro, sin explicación alguna). En un texto escrito ese año, señalaba que “todas las informaciones de Die Rote Fahne (el periódico del KPD) dicen que, en todos los mítines del partido, el referéndum fue aceptado 'unánimemente'. Esta unanimidad es presentada como un signo de la fuerza particular del partido. ¿Cuánto y dónde había habido en la historia del movimiento revolucionario tal 'monolitismo' estúpido? Los Thälmann y los Remmele juran por el bolchevismo. Pero toda la historia del bolchevismo es la historia de una intensa lucha interna a través de la cual el partido alcanzó sus puntos de vista y forjó sus métodos. ¡Sin discusión! Porque, como explica Die Rote Fahne, 'en esta situación necesitamos hechos, no discursos'”.
El stalinismo acusó a Trotsky de apoyar a Brüning, por oponerse al referéndum que podía significar el fin de su gobierno. Se lo acusaba de sostener la política del “mal menor”, al igual que hacía el SDP. Trotsky respondió explicando, con un ejemplo, que “si uno de mis enemigos me envenena cada día con pequeñas dosis de veneno, y otro quiere darme un tiro por detrás, yo arrancaré primero el revólver de las manos del segundo, lo que me dará la posibilidad de terminar con el primero. Pero esto no significa que el veneno sea un 'mal menor' en comparación con el revólver”. El referéndum, finalmente, fue un fracaso.
De todas maneras, ya en enero de 1932 el gobierno de Brüning tambaleaba. El sistema de gobierno por decreto se volvía insostenible; Trotsky lo definió como “una caricatura del bonapartismo”. El capital reclamaba un cambio de orientación política. El apoyo de la socialdemocracia a Brüning no sólo era insuficiente, sino que ya se había vuelto una molestia. El canciller estaba obligado a tolerar la existencia de organizaciones obreras en la medida en que no tenía la fuerza para liquidarlas, ni se inclinaba a entregar el poder a Hitler. Por otra parte, estaba obligado a tolerar y proteger a los fascistas en la medida en que temía mortalmente a la clase obrera. Para buscar una salida, la burguesía pretendía librarse definitivamente de la presión de las organizaciones obreras. El stalinismo, sin embargo, planteaba que Brüning y Hitler eran lo mismo. Trotsky replicaba que “la clase obrera alemana dispone de poderosas organizaciones políticas, económicas y deportivas. Esto es lo que constituye la diferencia entre el 'régimen de Brüning' y el 'régimen de Hitler'” y planteará que “hay que lanzarse al combate general antes de que la dictadura burocrática de Brüning sea remplazada por el régimen fascista, es decir, antes de que sean aplastadas las organizaciones obreras. Hay que prepararse para el combate general desarrollando, ampliando y acentuando los combates particulares. Pero para esto hay que tener una perspectiva correcta y, sobre todo, no proclamar vencedor a un enemigo que todavía se encuentra lejos de la victoria”.
El año 1932 estuvo dominado por las campañas electorales. Hitler daba discursos a los grandes industriales buscando su apoyo para hacerse con el poder. En marzo se realizaron las elecciones presidenciales. El mandatario en funciones, un octogenario Paul von Hindenburg, decidió presentarse nuevamente a la reelección. Los comicios representaron un dilema para Hitler, que vacilaba en salir a competir contra un ícono del nacionalismo derechista. A pesar de la derrota final alemana en la Primera Guerra Mundial, Hindenburg representaba las grandes victorias de Alemania y simbolizaba el Ejército en la memoria de las masas populares. Pero Hitler, en pleno ascenso electoral, difícilmente podía esquivar el desafío y evitar presentarse como candidato sin generar una desmoralización en sus propias bases. Se hicieron los arreglos necesarios para habilitar la ciudadanía de Hitler y presentó su candidatura a presidente del Reich.
El KPD se presentó nuevamente con la candidatura de Thälmann. El Partido del Centro y los liberales apoyaron a Hindenburg. Los socialdemócratas, después de apoyar durante un año y medio las políticas de ajuste de Brüning, decidieron brindar su apoyo a quien sostenía a este canciller, el presidente Hindenburg, propagandizando que era el único que podía detener el ascenso de Hitler. Pero Hindenburg y Brüning se encontraban manteniendo reuniones diversas con Hitler, buscando llegar a un acuerdo político. El 'Fuhrer' rechazó integrarse al gobierno si no le era entregado todo el poder. Trotsky escribió que “si la socialdemocracia no hubiese practicado una política de traición de clase, Hitler, sin hablar del hecho de que no habría adquirido jamás la fuerza que hoy tiene, se habría agarrado al régimen de Brüning como a una boya de salvamento”.
El aparato de propaganda de Goebbels encontró un ángulo para enfrentar al derechista Hindenburg en las elecciones, sosteniendo que éste había realizado un gran servicio al país, pero ya era momento de que diera un paso al costado y cediera el camino a un hombre más joven para tomar las riendas de la nación. Hindenburg conquistó el primer lugar, pero, al no llegar al 50% de los votos (obtuvo el 49,6%), debió realizarse una segunda vuelta. Hitler se alzó segundo con un 30% y Thälmann llegó al 13%, lo cual representaba un avance para el KPD.
Para la segunda vuelta, los nazis montaron una campaña descomunal. Hitler alquiló un aeroplano (algo poco habitual en aquel momento) y voló por toda Alemania, pronunciando 46 discursos. Este hecho fue preparado políticamente con una campaña de difusión sobre el “vuelo de Hitler sobre Alemania”. En varios de los mitines, Hitler llegó con hasta cuatro horas de retraso; el público esperó en cada vez. Finalmente, Hindenburg ganó con apenas el 53%. El NSDAP conquistó 13 millones de votos (un 37%). El KPD descendió a un 10%.
El crecimiento electoral del nazismo planteó una nueva encrucijada para el partido. Goebbels aseguró que “es una victoria fantástica la que hemos conseguido”, pero agregaba: “debemos llegar al poder en un futuro previsible. Si no es así, el triunfo en las elecciones será la muerte”. En las siguientes elecciones, las parlamentarias del mes de junio, se confirmó esta hipótesis: el nazismo se había estancado en votos. Goebbels llegó a la conclusión de que “no conseguiremos una mayoría absoluta de este modo”. Para el nazismo, era hora de llegar al poder. De lo contrario, comenzaría a retroceder. Hitler tuvo una audiencia con Hindenburg, donde le reclamó la cancillería y algunos ministerios claves. El presidente sólo ofreció a Hitler entrar al gobierno, pero bajo la cancillería del ignoto político Franz von Papen; a lo cual el líder nazi se negó. El fracaso de la entrevista significó una dura derrota para el nazismo, que parecía quedar relegado para siempre a un papel de oposición política. La preocupación en la dirigencia nazi crecía. “Hitler pierde apoyo”, proclamaba el periódico socialdemócrata Vorwarts. El 'Führer' también tomaba nota de que había conducido al partido a un callejón sin salida. La situación política parecía entrar en un punto muerto en el otoño de 1932.
El régimen de Brüning era una dictadura de la burguesía sostenida por medios militares y policiales. Pero se trataba de un régimen de transición, que no podía sostenerse en el tiempo. Con su reelección en la mano, Hindenburg arremetió contra el canciller, que había realizado un tímido intento de ilegalizar a las SA y SS de Hitler, y que se había ganado la enemistad de los terratenientes. El 30 de mayo, el canciller Brüning, ya entonces conocido como “el canciller del hambre”, presentó su dimisión. El presidente Hindenburg lo sustituyó con su amigo Franz von Papen, un aristócrata de Westfalia, casado con la hija de un industrial del Sarre y con fluidas relaciones con los magnates de la industria alemana, los terratenientes y el ejército. Pero su gobierno no tenía mayoría parlamentaria y sólo podía apoyarse en decretos presidenciales de excepción. Trotsky corrigió la caracterización que había hecho anteriormente: “el gobierno Brüning era un gobierno pre-bonapartista. Brüning era solamente un precursor. En una forma perfecta, el bonapartismo entró en escena con el gobierno Papen-Schleicher”. El general Kurt von Schleicher había asumido el Ministerio de Defensa.
El KPD, que había caracterizado que el fascismo ya había llegado al poder con el gobierno de Brüning y que sólo los “trotskistas contrarrevolucionarios” podían hablar de ello como algo futuro, entendió que la llegada de Papen significaba un “golpe fascista”. Trotsky explicaba que “a través del gobierno Papen, los barones, los magnates del capital y los banqueros han realizado un intento de salvaguardar sus intereses mediante la policía y el ejército regular. La idea de entregar todo el poder a Hitler, que se apoya en las bandas voraces y desbocadas de la pequeña burguesía, está lejos de agradarles”; aunque siempre contaban con que sus servicios serían útiles. El gobierno bonapartista de Papen fungía de comisión política del Ejército.
En noviembre de ese año se celebraron nuevas elecciones y los nazis confirmaron todos sus temores: el NSDAP perdió 2 millones de votos con respecto a su elección anterior. En porcentajes cayó del 37% al 33%, con el agravante de que la participación de votantes había caído abruptamente (la más baja desde 1928), como señal de que la población ya no veía ninguna salida electoral. Para peor, el KPD se alzaba con el 17% de los votos. Un sector de las filas nazis comenzó a creer que el gran error del partido había sido que Hitler no aceptara entrar al gobierno cuando se le ofreció. El partido comenzaba a mostrar signos de fraccionamiento y pérdida de la autoridad de su líder. El NSDAP conoció su crisis más grave desde 1925 con la ruptura de un sector liderado por Gregor Strasser.
Pero la crisis política y económica seguía socavando el poder del gobierno. En julio, Alemania suspende los pagos internacionales. Las oficinas de desempleo registraron 5.772.984 desocupados a fines de 1932. Tomando en cuenta los trabajadores eventuales y el paro encubierto, se admitía que el total real había llegado a casi 9.000.000; es decir, casi la mitad de la mano de obra. La violencia callejera, una constante durante los últimos años, crecía vertiginosamente. En la segunda mitad de junio hubo diecisiete asesinatos políticos. Durante el mes de julio hubo ochenta y seis, principalmente entre los grupos armados de nazis y de comunistas. Los socialdemócratas también formaron sus grupos de autodefensa. El líder del KPD, Thälmann, sostuvo que los grupos de defensa del SPD eran equivalentes a las SA nazis. La dirección del SPD, por su lado, prohibió toda negociación a escala local con los comunistas. Papen dio un golpe y asumió personalmente todo el control del Estado. La burocracia del SPD, enemiga de convocar una huelga que reclamaban sectores obreros, prometió llevar el tema a la justicia. El KPD llamó a la huelga, pero por la debilidad del partido y sus errores políticos del último período, ésta fracasa. El KPD tenía sólo el 4 % de los comités de fábrica, frente al l 84% de los del SPD. Este retroceso en el movimiento obrero se debía a la política de 'sindicatos paralelos' del stalinismo.
El 17 de noviembre Papen dimitió luego de que Schleicher le quitara el apoyo del Ejército. El 19 de noviembre Hitler fue recibido nuevamente por Hindenburg y le hizo entrega de una petición con veinte firmas de empresarios y hombres de negocios que pedían su nombramiento como canciller. El presidente tenía importantes dudas de que el líder nazi verdaderamente contara con el apoyo de la gran burguesía. El poder fue asumido entonces por Schleicher.
Durante las siguientes semanas se sucedieron numerosas reuniones de los principales dirigentes políticos del país, la mayoría de ellas secretas. Algunos historiadores afirman que en una de estas reuniones, Hitler insinuó por primera vez que podría estar dispuesto a conformarse con sumarse a un gobierno sin que le entreguen la cancillería. En una reunión con los empresarios de la industria, para ponerlos en autos sobre las negociaciones políticas, el ex canciller Papen (que participaba de las conversaciones y tenía el apoyo de Hindenburg) dio la impresión de que Hitler estaba dispuesto a desempeñar el papel de un “asociado” en un nuevo gobierno.
Acosado por la crisis política y por las conspiraciones de Papen y Hindenburg, Schleicher y todo su gabinete presentaron su dimisión el 28 de enero de 1933. El gran instrumento de presión en favor de un gobierno de Hitler no residiría tanto en los capitanes de la industria, sino más bien en los grandes terratenientes, organizados en la Reichslandbund (Liga Agraria del Reich). En medio de la vacancia del poder, el BVP y el partido del Centro se mostraron dispuesto a apoyar un gobierno parlamentario dirigido por Hitler. Pero éste volvía a reclamar ahora la cancillería y los ministerios más importantes. El presidente Hindenburg, por primera vez, se encontró de acuerdo con un gobierno de Hitler, 'moderado' por la figura de Papen como vicecanciller. Hitler obtuvo para los nazis el Ministerio del Interior, pero debió resignar el de Comisario del Reich de Prusia (que había puesto en un principio como condición necesaria). Salvo dos ministerios, el resto estarían en manos de partidos no nazis. Además de Papen, Hindenburg seguiría siendo presidente del Reich y comandante supremo de las fuerzas armadas; y Alfred Hugenberg, del DNVP, tendría el control de toda la esfera económica. Pensaban, con esto, que los nazis tendrían un cerco. Con este acuerdo cerrado, el 30 de enero de 1933 Hitler juró como canciller.
Los nazis habían llegado finalmente al poder, pero no como pensaban. Lo hicieron mediante un acuerdo, amenazados por el retroceso del partido. Había temores serios de que el gabinete de coalición se derrumbara el mismo día que comenzara a gobernar. Trotsky había creído que los nazis sólo llegarían al poder a través de una guerra civil. Había escrito que el intento del nazismo por tomar el poder “debería ser seguido por una movilización del Ejército Rojo. Para el Estado Obrero esto será una cuestión de auto-defensa revolucionaria”. En septiembre de 1932, polemizando con el stalinismo que postulaba que Hitler llegaría al poder por la “vía fría”, Trotsky escribía que “aunque aceptásemos que una coalición entre los nazis y el Centro derrocaría al gobierno bonapartista de Papen con métodos 'constitucionales', esto, en sí y por sí mismo, no resuelve nada. Entre la toma 'pacífica' del poder por Hitler y el establecimiento del régimen fascista todavía hay un largo trecho. Una coalición sólo facilitaría el golpe de estado, pero no lo sustituiría. Junto a la supresión final de la Constitución de Weimar, todavía quedaría la tarea más importante: la supresión de los órganos de democracia proletaria. Desde este punto de vista, ¿qué significa la 'vía fría'? Nada más que la ausencia de resistencia por parte de los obreros. De hecho, el golpe de estado bonapartista de Papen quedó sin respuesta. ¿También quedará sin respuesta un levantamiento fascista de Hitler? Es precisamente alrededor de esta cuestión que se vuelven, consciente o inconscientemente, las conjeturas sobre la 'vía fría'”.
Al enterarse de la asunción de Hitler, Trotsky escribió que “el ascenso de Hitler al poder es un golpe terrible para la clase obrera. Pero ésta no es todavía la derrota final, irremediable. El enemigo, al que ha sido imposible derrotar mientras ascendía, ha ocupado ahora una serie de puestos de mando. Ha ganado así una gran ventaja, pero la batalla no se ha librado todavía”.
Pero el 6 de febrero de 1933, el dirigente ruso ya observaba que la clase obrera alemana “no estaba librando ninguna lucha defensiva, sino que se estaba replegando, y que mañana el repliegue bien puede convertirse en una desbandada producida por el pánico”. La clase obrera alemana se hallaba en un estado de gran desconcierto y desmoralización como producto de la orientación de sus direcciones: la del SPD, por su apoyo al gobierno de “el canciller del hambre” y a la campaña electoral por el derechista Hindemburg; la del KPD, por su rechazo a la realización de un frente único antifascista, su teoría del socialfascismo y su alianza con los nazis en el 'plebiscito rojo'.
Después de este desastre, que incluso llevará una década después a los nazis a las puertas mismas de Moscú, Trotsky escribe “La tragedia del proletariado alemán”, cuyo subtítulo rezaba: “los obreros alemanes volverán a levantarse, ¡el stalinismo jamás!”.
A 90 años de la llegada de Hitler al poder (parte IV) Por El Be, 06/02/2023.
A 90 años de la llegada de Hitler al poder (parte III) Por El Be, 03/02/2023.
A 90 años de la llegada de Hitler al poder (parte II) Por El Be, 01/02/2023.
A 90 años de la llegada de Hitler al poder (parte I) Por El Be, 30/01/2023.
Las relaciones incestuosas entre el stalinismo y el nazismo antes del ascenso de Hitler al gobierno y la capitulación del Partido Comunista Alemán y la Internacional Comunista Una investigación publicada en Academia.Edu. Por Michael David Fox, 03/02/2023.