A 90 años de la llegada de Hitler al poder (parte IV)

Escribe El Be

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La Gran Depresión del 30 hacía estragos en el mundo. Los capitales se retiraron del territorio europeo, donde habían realizado inversiones especulativas de corto plazo. En marzo de 1930, antes de que la crisis alcance su máximo esplendor, cae el gobierno socialdemócrata en Alemania. En 1931 cae el gobierno laborista de Gran Bretaña. En abril de ese año cae la monarquía española. El 11 de mayo, el mayor banco de Asutria (el Creditanstalt) se declaró en bancarrota y, con ello, tembló todo el sistema bancario de Alemania y su industria. La agitación social y política alcanzó niveles que no se veían desde el “bienio rojo” de 1919-1920. El 14 de noviembre el New York Times escribía que la crisis “no sólo sobrepasa episodios similares del pasado, sino que amenaza mortalmente al sistema capitalista”.

Los efectos en Alemania de la crisis del 30 no podrían ser exagerados. A partir de 1930, la crisis fue progresando año a año, hundiendo cada vez más a la economía alemana y a su población. La crisis del mercado del trigo de Chicago, en febrero de 1930, deprimió en todo el mundo los precios agrícolas y miles de campesinos alemanes cayeron en la ruina. El Reichsbank perdió 150 millones de marcos en la primera semana de junio y 540 millones en la segunda. La desocupación trepó a los 5.400.000 parados en 1931, golpeando especialmente a la juventud. El segundo banco más importante de Alemania, el Danat-Bank, quebró en 1931 y el gobierno decretó una serie de feriados bancarios para evitar los retiros masivos de los depósitos. Las empresas quebraron en estampida. Desde ese año, el gobierno llevó adelante una política de fuerte ajuste y desató una “híperdeflación”, que agravó aún más la crisis y la situación social. A principios de 1932, la desocupación alcanzó los 13.000.000 de parados (casi un quinto del total de la población de Alemania). El sistema de seguridad social sólo estaba previsto que cubriese un nivel de desocupación de 800.000 personas como tope máximo.

Las cifras de la crisis tuvieron su expresión concreta en una descomposición social abrumadora. Al aumento de la desocupación le siguió una disparada de los niveles de delincuencia, robos y asesinatos. La prostitución, tanto masculina como femenina, inundó las calles de las grandes ciudades. Miles de familias de las clases medias pasaron, de un día a otro, a pedir limosnas como medio de supervivencia. El vagabundeo y la mendicidad se convirtió en un elemento natural del paisaje berlinés. La policía registró numerosos incidentes entre grupos de revolvedores de basura que se disputaban sobras de alimentos.

Crisis política

La crisis significó la disolución de la “Gran Coalición” entre socialdemócratas (SDP), demócratas (DDP), Partido del Centro, el Partido Bávaro Popular (PVP) y el Partido Alemán del Pueblo (DVP). La cabeza de este gobierno, el canciller Herman Müller, dimitió el 27 de marzo de 1930, debido a una disputa entre el SDP y el DVP acerca de un intento de los primeros de elevar los aportes patronales al seguro de desempleo del 3,5 % al 4 %. La caída de Müller, en realidad, estaba planificada desde antes por el presidente del Reich, Paul von Hindenburg, que ya un año antes había declarado que era necesario un gobierno “antiparlamentario y antimarxista”. El alto mando del ejército, con aceitadas relaciones con Hindenburg, impulsaba esta orientación y ganaba peso político.

El 30 de marzo fue nombrado canciller Heinrich Brüning, un político de la derecha católica perteneciente al Partido del Centro, que pronto se vio sometido a la misma falta de consenso que el gobierno anterior. Las medidas de ajuste de Brüning no recibieron el apoyo del parlamento alemán (el Reichstag) y éste fue disuelto el 18 de julio por orden del presidente. Trotsky escribía que “el régimen de Brüning es un régimen de transición, que no puede durar mucho tiempo y que anuncia la catástrofe. El gobierno actual sólo se mantiene porque los campos principales no han medido todavía sus fuerzas. El verdadero combate no ha comenzado todavía. Todavía está por llegar. Se trata de una dictadura de la impotencia burocrática que llena la pausa antes del combate, antes del enfrentamiento abierto de los dos campos”.

Las elecciones de septiembre

Desde la campaña contra el plan Young, del año anterior, los nazis se encontraban en un estado de febril agitación política. Por esa época, el NSDAP había llegado a realizar hasta cerca de cien mítines propagandísticos por día. La propaganda nazi se encontraba direccionada hacia las clases medias campesinas, profesionales y propietarias. La sección de propaganda estaba a cargo del dirigente nazi Joseph Goebbels. Hitler eliminó los últimos vestigios que quedaban de ropaje “anti-capitalista” del programa. En el mes de julio expulsó a Otto Strasser, que representaba el “ala izquierda” del partido y que había apoyado algunas huelgas obreras. El partido empezaba a intentar a tejer lazos con otros partidos de derecha y sectores del ejército y con los popes de la burguesía industrial, a pesar de que mantenía en su periódico cierta verborragia contra los monopolios y los grandes trusts. Su éxito en este terreno, hasta ese momento, era más bien modesto.

Luego de la disolución del Reichstag, las elecciones quedaron fijadas para la fecha más lejana posible, en el mes de septiembre. La campaña electoral representó para los nazis una gran oportunidad. Hitler realizaba discursos ante multitudes de hasta 20.000 personas, donde fustigaba contra los revolucionarios de 1918, los especuladores de 1923, los “traidores” que apoyaron el Plan Young, los socialdemócratas que ocupaban cargos en el Estado (“parásitos revolucionarios”), etcétera. No pocas veces compartían el estrado con el principal orador del partido,personajes locales destacados que no eran nazis.

A la hora de ofrecer un programa de salida a la crisis, sus propuestas eran difusas, con un fuerte componente de nacionalismo mítico. A diferencia de sus primeros discursos de principios de la década del 20, que estaban dominados por violentos ataques a los judíos, ahora el tema central pasó a ser la cuestión del “espacio vital” (Lebensraum), que justificaba una expansión territorial alemana. El otro tema central era el colapso del país bajo la democracia parlamentaria y el régimen de partidos, y la necesidad de unificar a la nación. “Lo que nosotros prometemos no es mejora material para el estatus individual, sino aumentar la fuerza de la nación, porque sólo eso señala el camino hacia el poder y con él la liberación del pueblo entero”. Estos discursos de Hitler caían como un rayo en una población atravesada por un desmoronamiento social absoluto.

El sistema de propaganda nazi se apoyaba en una maquinaria cada vez más compleja. Confeccionaron una lista de cerca de cien oradores capaces, divididos en grupos de acuerdo a los diferentes segmentos del público que buscaban atraer: oradores especializados para los campesinos, para los funcionarios, para los propietarios, para los obreros, etcétera. Recurrían a películas, reuniones, actos, canciones, bandas de música, manifestaciones y desfiles callejeros. Superaron en materia propagandística a todos los demás partidos, incluido el KPD. La agitación política se combinaba con ataques violentos a sus rivales. Pronto ganaron las primeras páginas de la prensa burguesa, incluso de las que no simpatizaban con los nazis, que aseguraban que “los portaestandartes del partido se han mostrado dispuestos durante años a viajar hasta las aldeas más remotas y a lanzar sus consignas a las masas en un mínimo de cien mítines al día en toda Alemania”. En el último mes de la campaña electoral, los nazis llevaron a cabo 34.000 actos públicos (mucho más de lo que cualquier otro partido podía remotamente llegar a alcanzar).

Todo esto podía hacer prever un buen desempeño electoral para los nazis, pero los resultados de las elecciones de septiembre fueron un verdadero terremoto político. Del más que modesto 2,6 % que obtuvieron sólo dos años antes, logrando sólo 12 bancas, los nazis saltaron a 107 escaños con el 18,3 % (6,4 millones de votos), convirtiéndose en el segundo partido del Reichstag. En algunas zonas rurales se alzaban con el 68 % de los votos. Entre sus votantes, se destacaba la juventud: cerca de un cuarto de los que votaron a los nazis en 1930 no habían votado antes. Con fuerte atracción hacia las clases medias, los nazis también lograron abrirse camino en la conquista del voto de un sector de la clase obrera. Trotsky escribirá que “la desesperación contrarrevolucionaria se ha apoderado de la masa pequeñoburguesa con tal fuerza que ha arrastrado tras de sí a capas importantes del proletariado”.

Semejante resultado tomó por sorpresa hasta al propio partido nazi. La maquinaria nazi redobló su actividad después de su triunfo electoral y organizaron 70.000 actos. Hitler les ordenó a sus propagandistas que “no escriban más 'VICTORIA' en sus estandartes. Escriban en su lugar la palabra que se ajusta mejor a nosotros: '¡LUCHA!'”. El reclutamiento de NSDAP se disparó.

El SPD, el KPD y la Oposición de Izquierda

Las elecciones de septiembre cambiaron todo el tablero político y abrieron una nueva etapa. Los partidos de la derecha y el centro se derrumbaron, lo cual golpeó especialmente a las fuerzas que componían la coalición gobernante del canciller Brüning. El KPD, en cambio, había logrado un aumento en su caudal de votos, de 3.300.000 a 4.500.000, y pasaron de contar con 54 bancas a 77. Este avance queda fuertemente eclipsado ante el vertiginoso ascenso del fascismo. El partido comunista alemán, sin embargo, no mostraba síntomas de haber asimilado el giro en la situación política. Su periódico, Die Rote Fahne, sostuvo que “la presunta victoria electoral de los nazis no es, en realidad, sino el principio del fin para ellos”. Y agregaban que “lo que vendrá después sólo puede ser disminución y desaparición”. Esto, en su concepción, dejaría el camino libre para la toma del poder por los comunistas. En un discurso en la IC, Thälmann decía que “el 14 de septiembre fue, en cierto sentido, el mejor día de Hitler, y después no vendrán días mejores, sino peores”.

Los socialdemócratas, por su parte, perdieron 10 escaños, aunque siguieron siendo el partido con mayor representación en el Reichstag. A partir de entonces, el gobierno derechista de Brüning sólo se mantuvo en el poder gracias al apoyo del SPD, que seguía la política de “el mal menor”. Rudolf Hilferding, principal teórico de la socialdemocracia, calificó el apoyo de su partido a un gobierno derechista como “una defensa necesaria de la democracia en un parlamento con una mayoría antiparlamentaria”. A pesar de la enorme crisis que le explotó a la SPD en el poder y que lo llevó a dimitir, su retroceso era leve. El apoyo que aún recibían de la clase obrera sólo podía explicarse por la política oportunista del KPD.

Desde el VI Congreso de la Internacional Comunista, en julio de 1928, el KPD había pegado un nuevo giro brusco en su política (que desde 1926 se caracterizaba por el seguidismo a la socialdemocracia) y había adherido a la 'teoría' allí formulada del “socialfascismo”, una asimilación completa entre la socialdemocracia y el fascismo. En 1929, el Ejecutivo de la IC había declarado la apertura de un “tercer período” de la historia mundial (luego de un primer período revolucionario de 1917-1924 y de un segundo período de estabilización capitalista de 1924-1928), en el que la insurrección estaba a la orden del día, la socialdemocracia era el único obstáculo para llegar a ella y, por lo tanto, constituía el enemigo principal. Pero en 1930, sin abandonar por un instante la cuestión del “socialfascismo”, la Internacional daba un nuevo giro, de vuelta hacia la concepción del “segundo período” de estabilización, en el momento en que la 'inestabilidad' política y económica se volvía patente.

Desde las elecciones de septiembre, en medio de las dificultades por el exilio impuesto por la burocracia de Stalin, Trotsky dedicará una especial atención a seguir los acontecimientos alemanes. Inmovilizado en Turquía, donde los periódicos y las cartas llegaban con retraso, lo mismo que las respuestas, el ex dirigente del Ejército Rojo se dedicará a una frenética escritura y publicación de textos y cartas, dirigiéndose a la base del KPD, intentando poner en pie a la sección alemana de la Oposición de Izquierda, elaborando caracterizaciones de las distintas etapas políticas y planteando las tareas del proletariado y de la izquierda. La desesperación de Trotsky por intervenir en el proceso alemán se corresponde con su comprensión de la situación política que allí se desenvolvía.

Poco después de las elecciones que consagraron a los nazis como segunda fuerza, escribió que “el fascismo se ha convertido en un peligro real; es la expresión del estrecho callejón sin salida en que se encuentra el régimen burgués, del papel conservador de la socialdemocracia frente a este régimen y de la debilidad acumulada del partido comunista, incapaz de derribar dicho régimen”. Las palabras de Trotsky, que hoy parecen evidentes, eran duramente combatidas por la Pravda, en la URSS, y Die Rote Fahne, en Alemania, que calificaban a Trotsky de “sembrador del pánico”, se referían a él como “el instrumento de Brüning” y le decían que olvidaba que “sin una victoria previa sobre el socialfascismo no podemos vencer al fascismo”. La dirección del KPD presentaba los resultados de las elecciones como una grandiosa victoria del comunismo. Trotsky explicaba su caracterización para el proletariado alemán: “¿debe situarse bajo un signo ofensivo o defensivo? A eso respondemos: defensivo. Una posición defensiva implica una política de acercamiento con la mayoría de la clase obrera alemana y el frente único con los obreros socialdemócratas y sin partido contra el peligro fascista. Negar este peligro, minimizarlo, tratarlo a la ligera es el peor crimen que se puede cometer hoy contra la revolución proletaria en Alemania. Hay estrategas que se pronuncian siempre y en cualesquiera circunstancias por la defensiva. (...) Nosotros, por el contrario, debemos aproximarnos a los obreros socialdemócratas sobre el terreno de la defensiva para arrastrarlos en seguida a una ofensiva decisiva.” Y concluía: “el curso de los acontecimientos puede, en un futuro muy próximo, hacer resurgir en Alemania, a un nivel histórico nuevo, la contradicción trágica entre la madurez de la situación revolucionaria, por una parte, y la debilidad e insuficiencias estratégicas del partido revolucionario por la otra. Hay que decirlo de un modo claro, abierto, y, sobre todo, suficientemente pronto”.

Trotsky sometió a una crítica pormenorizada al programa del KPD y señalaba que una crítica implacable a la burocracia era condición necesaria para el triunfo. Y agregaba que “el giro de la Internacional Comunista, en relación con el cambio de la situación, coloca a la Oposición Comunista de Izquierda ante tareas nuevas y extremadamente importantes. Sus fuerzas son reducidas. Pero cada corriente se desarrolla paralelamente a sus tareas. Comprenderlas claramente es poseer una de las garantías más importantes de la victoria”.

Los seguidores de Trotsky en Alemania, sin embargo, no registraban progresos. Su periódico, “Der Kommunist”, sólo se publicaba una vez al mes y su contenido era ocupado enteramente por los escritos de Trotsky. Los años previos de estabilización capitalista, de grandes derrotas del movimiento obrero, de disminución de la actividad de las masas, fueron el período en que el aparato stalinista logró su consolidación, el crecimiento de la burocracia partidaria y la sistematización de la represión a los opositores. El giro “izquierdista” que había dado la burocracia soviética en 1928 tranquilizó a miembros de la Oposición que, como Rádek, Preobrazhensky y Smilgá, ese año capitularon ante Stalin. El texto de la capitulación había provocado una desbandada en las filas de la oposición.

En una carta enviada al grupo de la Oposición en Alemania, Trotsky advierte que “el espíritu de secta, que vive del derrotismo y la malicia, impotente y sin perspectivas, podría matar a la Oposición de Izquierda”. La carta terminaba diciendo que “la experiencia ha vuelto a demostrar cuánto tiempo se puede perder con rencillas mezquinas y luchas entre grupos, que son parte inseparable de la vida de las sectas. La única manera de liberarse de esta herencia del pasado es comprender las colosales tareas revolucionarias en toda su grandeza y movilizar el espíritu de sacrificio y abnegación de los mejores elementos de la Oposición para realizarlas. Espero de todo corazón que la conferencia esté a la altura de esta gran tarea”.

Trotsky no pudo evitar, sin embargo, que la Oposición en Alemania se desangrara en luchas intestinas propias de una secta. El pequeño grupo alemán conoció fracturas, expulsiones, deserciones. Trotsky planteó que “no tenemos que cerrar los ojos ante los hechos. Debemos decir con franqueza: muchos grupos y grupúsculos de oposición son una caricatura del partido oficial. Poseen todos sus vicios, a veces exagerados, pero no sus virtudes, aunque éstas sólo sean condicionadas por la fuerza numérica de los obreros que agrupa aquél.”

Con la fracción revolucionaria en un estado de inmadurez y debilidad, más la Internacional y el KPD siguiendo una política ciega y suicida, la llegada del nazismo al poder se volvería irrefrenable en los siguientes dos años.

LEER MÁS:

A 90 años de la llegada de Hitler al poder (parte III) Por El Be, 03/02/2023.

A 90 años de la llegada de Hitler al poder (parte II) Por El Be, 01/02/2023.

A 90 años de la llegada de Hitler al poder (parte I) Por El Be, 30/01/2023.

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Las relaciones incestuosas entre el stalinismo y el nazismo antes del ascenso de Hitler al gobierno y la capitulación del partido comunista alemán y la internacional comunista. Una investigación publicada en Academia.Edu. Por Michael David Fox, 03/02/2023, en Política Obrera Revista, Revista teórica del Partido Obrero Tendencia.

LEÓN TROTSKY 80 AÑOS. Trotsky y la lucha por la IV Internacional Publicado en Hic Rodus N°3, diciembre 2012. Por Pablo Rieznik, 21/08/2020.

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