A 90 años de la llegada de Hitler al poder (parte III)

Escribe El Be

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En la historia alemana se conoce como Goldene Zwanziger (los dorados años veinte) al período que va de 1924 a 1929. Se trata de una etapa que comprendió tanto un apogeo económico como un florecimiento del arte, la cultura y las ciencias. En este período se produjo una calma política que contrastaba con los turbulentos años precedentes. En 1925 se firmaron los Tratados de Locarno, con el que las principales potencias se comprometían a mantener la paz. En 1926 Alemania entra a la Sociedad de las Naciones. El país germano se convirtió en una verdadera vanguardia cultural en pintura (Klee, Kandinsky), cine (Murnau, Frtiz Lang, Sternberg), teatro (Bertolt Bretch), música (Arnold Schönberg, Paul Hindemith), arquitectura (escuela de Bauhaus), entre otros destacados.

El nazismo en “los años dorados”

El movimiento de Adolf Hitler tenía poco atractivo en este cuadro de esplendor. En 1927, un informe confidencial del ministro del interior del Reich describía al NSDAP como “un grupo radical revolucionario escindido, numéricamente insignificante, incapaz de ejercer ninguna influencia apreciable sobre la gran masa de la población y sobre el curso de los acontecimientos políticos”. Hitler se embarcó en una recorrida por el país para recaudar fondos para su organización. Ofreció una serie de discursos para banqueros y empresarios industriales de la región del Ruhr, pero no logró obtener los aportes esperados. Para los potenciales financistas, su partido no parecía tener porvenir.

El sostén económico del partido dependía casi exclusivamente del aporte de sus afiliados. Pero a finales de 1927, el NSDAP sólo contaba con unos 75.000 miembros (un número bajo comparado con otras fuerzas y, sobre todo, en relación a otros partidos derechistas) y nada más que 7 escaños en entre los 491 representantes del Parlamento alemán (Reichstag). En las elecciones parlamentarias de 1928 el NSDAP se presentó a las elecciones por primera vez con su propio nombre. La obtención de apenas 800.000 votos (un 2,6% de los sufragios) parecían confirmar la marginalidad de este movimiento.

La cuestión de la disciplina partidaria era otro factor de la inestabilidad del nazismo. El faccionalismo interno y la guerra de camarillas era un factor permanente en el NSDAP, y lo fue incluso hasta después de la toma del poder. Para contrarrestar este desangre interno, Hitler reforzó su papel de caudillo (Führer), estableció en torno a sí mismo un culto al líder, implantó la obligatoriedad del saludo “Heil Hitler” (con el brazo derecho extendido). El reforzamiento del carácter bonapartista del movimiento nazi le dio a la organización la cohesión interna que no le podía ofrecer su programa (una amalgama de principios confusos que serían modificados de acuerdo a las necesidades). En abril de 1925, Hitler fundó su guardia de protección personal, las Schutzstaffel (“escuadrón de protección”, abreviado como SS).

En 1928 se constituyó en filial del partido nazi la Orden de Mujeres Alemanas, que alcanzaba cerca de 4000 miembros. Llevaban adelante actividades en comedores para las fuerzas de choque nazis (conocidas como “camisas pardas” por el color de su uniforme), así como también se ocupaban de proporcionar servicios de enfermería para los heridos en las batallas callejeras y colaboraban en las campañas de propaganda. Se puso en pie también la sección juvenil de entre 14 y 18 años, llamadas Juventudes Hitlerianas. A finales de 1928, los nazis alcanzaron un 32% de los votos para las elecciones de centros de estudiantes en la ciudad universitaria de Erlangen y un 20% en las de Greifswald y Würzburg. En noviembre de ese año Hitler fue recibido por 2500 estudiantes en la Universidad de Munich para realizar un discurso.

Entre la diversas fracciones que se crearon, se formó la fracción sindical del partido, llamada Organización de Células de Fábrica Nacionalsocialistas. El fracaso de esta fracción fue notorio. El fuerte de los nazis se concentraba en las clases medias y medias bajas (artesanos, tenderos, etc). La organización que agrupaba a estos sectores, el Sindicato Nacionalista Alemán de Empleados de Comercio, jugó un activo papel en favor del reclutamiento nazi.

El fracaso en penetrar en los sectores obreros dominados por las organizaciones comunistas y socialdemócratas (e incluso por el trabajo de la iglesia católica) llevó a Hitler a poner sus expectativas en otros ámbitos de la sociedad. Al igual que sucedió con el movimiento fascista italiano, los nazis se sorprendieron por el fervoroso apoyo que comenzaron a recibir por parte de los sectores rurales (campesinos y terratenientes), principalmente del norte protestante. El periódico nazi, el Völkischer Beobachter (El Observador Popular), concluía que “los resultados de las elecciones de las zonas rurales en particular han demostrado que con un gasto de energía, tiempo y dinero más pequeño se pueden obtener mejores resultados allí que en las grandes ciudades”

Para esto, Hitler tuvo que realizar cambios en su programa. Éste había sido elaborado bajo el azote de la crisis de 1923, de la cual los únicos beneficiarios fueron los grandes exportadores del campo y los especuladores financieros. El Führer comenzó ahora a eliminar toda la verborragia “socialista” con que había revestido su política derechista y enmendó el punto 17 de su programa para aclarar que “la expropiación de tierra con finalidades comunitarias sin compensación” se refería sólo a “empresas judías que especulan con la tierra”.

El KPD en “los años dorados”

La política ultra-izquierdista del partido comunista alemán duró entre 1923 y 1925. Los fracasos de esta orientación y el retroceso electoral llevaron a la burocracia soviética a impulsar una nueva purga de la dirección del KPD y a un giro completo de su orientación política. En 1925, Maslow y Fischer fueron eliminados de la dirección del partido. Ésta quedó en manos exclusivamente de Thälmann, quien actuaba como poco más que un lugarteniente de Stalin. A este proceso, la Internacional lo llamaba la “bolchevización”, que fue común a cuantiosos partidos comunistas en esta época. Trotsky dirá que “los comités centrales de 'izquierda' de numerosos partidos fueron destronados tan abusivamente como se les había instalado antes del V Congreso”. Impulsado por Stalin, Thälmann emprendió una purga contra el ala “izquierda” de su organización. En pocos meses, centenares de los cuadros más sólidos fueron sumariamente expulsados. Lo que quedaba de la “vieja guardia” espartaquista, de la que Lenin había dicho que “gente como ellos son los que integran las columnas de prietas filas del proletariado revolucionario”, fue eliminada del partido.

Una completa esterilidad política se adueñó de los organismos de dirección del KPD. Ante las advertencias sobre esta situación, en un discurso ante la comisión alemana de la Internacional, Stalin argumentó: “se oye decir a algunos intelectuales que el Comité Central del KPD es débil, que dirige deficientemente, que la falta de intelectuales en el Comité Central repercute desfavorablemente en el trabajo, que el Comité Central no existe, (…) que el actual Comité Central no brilla por sus conocimientos teóricos. ¿Y qué? Con tal de que la política sea acertada, por los conocimientos teóricos la cosa no quedará. Los conocimientos teóricos son cosa que se adquiere; si no se tienen hoy se tendrán mañana, en tanto que para algunos intelectuales presuntuosos no es muy fácil asimilar la acertada política que practica hoy el Comité Central del KPD. Y la fuerza del actual Comité Central consiste en que aplica una acertada política leninista, cosa que no quieren comprender los intelectualillos que presumen de ‘conocimientos’”. La “acertada política leninista” se preparaba para llevar a la clase obrera alemana a una derrota sin precedentes.

La purga en el KPD vino de la mano de un violento giro derechista que llevó al partido hacer seguidismo de la socialdemocracia alemana. Se trató de un reflejo más que tardío del cambio que había experimentado la situación política dos años antes (con la derrota de 1923). Trotsky sostendrá que, a pesar de este giro abrupto, “no se puede trazar una línea de demarcación ideológica precisa entre la fase de política de 'izquierdas' y el período de deslizamiento oportunista que le sigue”.

“No todo lo que brilla es oro”

En 1928 comenzó a revelarse la fragilidad sobre la que se sustentaba la estabilidad de “los años dorados”. Todo el precario equilibrio económico descansaba en préstamos norteamericanos de corto plazo. El gobierno debía hacer frente al pago de indemnizaciones a las potencias aliadas establecidas en el Tratado de Versalles, lo cual generaba un ahogamiento económico. Pero la balanza de pagos alemana era deficitaria, por lo que carecía de divisas para esos compromisos. El endeudamiento en dólares financiaba lo uno y lo otro. Las tasas alemanas eran altas y los capitales afluían. Pero las inversiones norteamericanas comenzaron a encontrar más rentable la especulación financiera en su propio país y se retiraron de Alemania. La crisis alemana comenzó, entonces, no con la Gran Depresión del 30, sino con el florecimiento especulativo de la Bolsa de New York que la precedió. La desocupación se encontró nuevamente en pleno crecimiento y pronto alcanzó los 2 millones de parados. El canciller Wilhelm Marx presentó su dimisión en junio de 1928. Esta crisis creó un escenario de efervescencia popular y grandes protestas.

La clase obrera comenzó a manifestar los primeros síntomas de que por fin, cinco años después, se estaba recuperando de su derrota de 1923. Trotsky advierte el cambio de tendencia. La Oposición de Izquierda publicaba en su boletín que “en la clase obrera de Europa se observa, indudablemente, un desplazamiento hacia la izquierda. Este desplazamiento se expresa en el refuerzo de la lucha de huelgas y el aumento de los votos comunistas, pero esta sólo es la primera etapa de ese desarrollo. El número de votos socialdemócratas aumenta paralelamente al de los votos comunistas, distanciándose incluso en parte de estos últimos”.

La socialdemocracia (SDP), efectivamente, se encontraba experimentando una “segunda juventud”, alcanzando la victoria en las elecciones al Reichstag de mayo de 1928 con la mayor elección en su historia, superando los 9 millones de votos. Con la caída de Wilhelm Marx, se forma la “Gran Coalición” entre el SDP y los otros partidos burgueses. El socialdemócrata Hermann Müller, nombrado canciller, defendió a rajatabla la política de “cumplimiento” de los pagos con las potencias aliadas que había llevado a la crisis. El Plan Young, que en 1929 sustituía al Plan Dawes, establecía un nuevo plan de pagos que Alemania tardaría en saldar nada menos que 59 años.

Thälmann sostenía entonces que “el reforzamiento del proceso de radicalización de las masas, el crecimiento de la influencia y la autoridad de los partidos comunistas... todo esto muestra claramente que se está produciendo un nuevo ascenso revolucionario en los centros del imperialismo”. Pero el crecimiento del partido comunista no se realizaba a expensas del de la socialdemocracia. Las masas afluían simultáneamente a ambos partidos, con preponderancia para el SPD. También comenzaba a crecer el partido nazi. Trotsky explicaba que se trataba de un período de transición, lleno de contradicciones, y, en relación a Thälmann, señalaba que era preciso “seguir atentamente el desarrollo ulterior del proceso, sin aturdirse con frases sin significado, y mantenerse preparados para hacer frente a los cambios bruscos de la situación”.

En su discurso del Plenario del Comité Ejecutivo de la Internacional en Febrero de 1929, Thälmann respondió que “los trotskistas no ven la radicalización de la clase obrera internacional, y no señalan que la situación se está haciendo cada vez más revolucionaria”. Pero la caracterización de Thälmann era desacertada. El carácter revolucionario de la época, entendía Trotsky, “no consiste en que permita, en todo momento, realizar la revolución, es decir, tomar el poder. Este carácter revolucionario viene dado por unas oscilaciones profundas y bruscas, por unos cambios frecuentes y brutales: se pasa de una situación francamente revolucionaria, en que el partido comunista puede aspirar a arrebatar el poder, a la victoria de la contrarrevolución fascista o semifascista, y de esta última al régimen provisional de justo medio (‘bloque de izquierda’ [Francia], entrada de la socialdemocracia en la coalición [Alemania], acceso al poder del partido de MacDonald [Inglaterra], etc.), que hace que luego las contradicciones se afilen como una navaja de afeitar y plantea claramente el problema del poder”. Y agregaba que “la época del imperialismo y las revoluciones proletarias ya ha conocido y conocerá no solamente 'un reforzamiento del proceso de radicalización de las masas', sino también periodos en los que las masas se deslicen hacia la derecha; no solamente períodos de fortalecimiento de la influencia de los partidos comunistas, sino también períodos de declive provisional, particularmente en el caso de errores, derrotas y capitulaciones”.

La situación internacional reflejaba esa caracterización. En 1926 el movimiento obrero inglés había sufrido uno de los más duros golpes de su historia con la derrota de la huelga general. En el mismo año había subido al poder el fascista Pilsudski en Polonia y, en Italia, Mussolini avanzó hacia un Estado totalitario, prohibiendo a los partidos y organizaciones obreras. En 1929, Trotsky escribía que “en relación con el carácter 'preventivo' del golpe de Estado [en Polonia], tenía la esperanza de que el reinado de Pilsudski no fuese tan largo como el de Mussolini. Desafortunadamente, ambos han sido más prolongados de lo que cualquiera de nosotros esperaba en 1926. La causa de esto radica no sólo en las circunstancias objetivas, sino, también, en las políticas de la Comintern”. La dirección de la Internacional contaba ya en su haber con una serie de derrotas históricas para la clase obrera en Alemania (1923), en Bulgaria (1923), en Estonia (1924), en Inglaterra (1926) y en China (1925-1927).

En Alemania, el partido de Adolf Hitler estaba a punto de pegar un gran salto político y organizativo. La votación marginal de los nazis en las elecciones de 1928 ocultaban una situación desigual. Mientras que en Berlín obtuvieron un magro 1,4%, en algunas regiones rurales llegaban a alzarse con el 18% de los votos. La adhesión campesina al fascismo tenía, como trasfondo, una gigantesca crisis agrícola. Durante la escalada inflacionaria de 1923, mientras los grandes propietarios aprovecharon para modernizarse mediante la compra de maquinaria a plazos (que, en medio de una hiperinflación, resultó una inversión claramente ventajosa), los pequeños campesinos vieron esfumarse sus pocos ahorros. Éstos se endeudaron a largo plazo apostando a que la inflación licuaría esas deudas. Por el contrario, al período hiperinflacionario le siguió una etapa de deflación y de fuerte caída de los precios agrícolas, con lo que los campesinos endeudados se vieron en serias dificultades para afrontar sus compromisos. Endeudamiento, quiebras, ventas forzosas de tierras y ejecuciones de hipotecas se hicieron moneda corriente finales de la década. Los campesinos desesperados comenzaron a realizar numerosas manifestaciones y protestas reclamando medidas proteccionistas. La propaganda nazi hablaba con frecuencia, aunque vagamente, de una Alemania “autárquica” y “autosuficiente”, con las importaciones prácticamente prohibidas. En ocasión del Plan Young, el NSDAP aprovechó para hacer una campaña “contra la esclavización del pueblo alemán” que le cosecharía grandes éxitos. Ese año, el número de miembros del partido nazi aumentó a 150.000, principalmente en las zonas rurales.

Es en este cuadro de situación que irrumpió el crack financiero de Wall Street de diciembre de 1929. Las consecuencias políticas, sociales y económicas para Alemania serían catastróficas. El partido de Adolf Hitler sacará el mejor provecho de esta coyuntura.

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Las relaciones incestuosas entre el stalinismo y el nazismo antes del ascenso de Hitler al gobierno y la capitulación del partido comunista alemán y la internacional comunista. Una investigación publicada en Academia.Edu. Por Michael David Fox, 03/02/2023. Traducción: Olga Stutz.

A 90 años de la llegada de Hitler al poder (parte II) Por El Be, 01/02/2023.

A 90 años de la llegada de Hitler al poder (parte I) Por El Be, 30/01/2023.

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A 83 años de la "Kristallnacht" Por Norberto Malaj, 12/11/2021.

El otro Núremberg Publicado en Sin Permiso 20/11/2020 y en Política Obrera Revista, Revista teórica del Partido Obrero Tendencia. Por Ángel Ferrero, 23/11/2020.

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