Biden-Fernández: un “aliado absoluto” en retirada

Escribe Jorge Altamira

El kirchnerismo pacta la “transición política” en Washington y Nueva York.

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Alberto Fernández llegó a Washington, para la reunión con Biden, en viaje de salida. Podría decirse que fue una visita de despedida Las próximas estaciones del recorrido son la definición de las candidaturas en mayo, las PASO en agosto y las generales en octubre. Fernández podría convertirse en un “pato rengo” desde que se despoje de su candidatura o, a más tardar, luego de las internas abiertas. El interés político del episodio radica en que fue a negociar con el jefe de facto de la OTAN la transición política. Con ese mismo propósito, Sergio Massa volvió a Nueva York para obtener el respaldo político del FMI.

Alberto Fernández no habló sólo por él cuando aseguró a Biden que Argentina es “un aliado absoluto” de Estados Unidos. El conjunto del espectro político tradicional se encuentra comprometido en el apoyo a la guerra de la OTAN contra Rusia, en las vísperas de una nueva escalada militar, que se conoce como “contraofensiva”. En este aspecto la ‘grieta’ está cerrada. Ninguno de los sectores ‘pro-chinos’ de la burguesía local, que son muchos y muy bien repartidos en el kirchnerismo y el macrismo, ha dicho una palabra en apoyo del “plan de paz” que el gobierno de China anunció hace tiempo y que ratificó recientemente en Moscú. La gran patronal espera obtener beneficios adicionales de la escalada bélica. Además de la exportación agroindustrial, espera un gran mercado comprador para el petróleo y minerales como el litio.

En cuanto a la crisis de deuda y a la inflación, el apoyo no podía ser mayor. La número dos del FMI, Gita Gopinath, no se privó de tuitear acerca de “la importancia de las acciones (para movilizar el) financiamiento interno de manera sostenible”. Massa añadió, por su lado, que en la reunión con la funcionaria “se valoró el despeje de vencimientos de la curva en pesos”, un lenguaje artificioso para referirse a la postergación de vencimientos de deuda de los próximos meses a 2024 y parte de 2025. De hecho, se trata de un aval a la transferencia compulsiva de activos en dólares a otros en pesos de los organismos del Estado, en especial Anses. Carlos Melconian, que aspira a la cartera de Economía en un eventual gobierno macrista, “defendió el canje de deuda de Massa y dijo que lo utilizará “500 veces” (Cronista, 9/3). Criticado por Patricia Bullrich, en una reunión de banqueros que habían adherido al canje, éste fue luego reivindicado por los economistas de Larreta y de la misma Bullrich y presentado por Melconian como “una de las herramientas de política económica”. El FMI, tuit mediante, zanja la diferencia entre el oficialismo y quienes auguraban “una bomba”, con un apoyo tajante al ministro y a quienes respaldaron la operación: Alberto y Cristina Fernández.

El otro paquete de la transición, el saqueo al Fondo de Anses, también dio pie a un giro aprobatorio. Nada menos que los ‘libertarios’ Carlos Rodríguez, ex viceministro de Economía de Menem y padrino académico de los economistas de ‘libre mercado’, saludó la operación, al igual que Carlos Maslatón, un competidor de Javier Milei en una improbable PASO de los ‘libertarios’. La critica macrista a la confiscación ha menguado considerablemente. El tablero de la burguesía se va cerrando en una transición pactada, “no por amor”, como se dice, “sino por espanto”. Es la política de arbitraje que respaldan Biden y el FMI.

En este contexto “transicional”, Biden arremetió contra la penetración económica de China en Argentina. China, sin embargo, es el principal mercado de la burguesía argentina, en contraste con EE.UU. que ha bloqueado la compra de bíocombustibles de Argentina, y ahora también de litio. China ha comenzado también a jugar un papel mayor en la financiación de la economía argentina, el problema que más preocupa a la burguesía local, al FMI y a Biden, que tienen en su poder títulos públicos insolventes. En Sri Lanka y Pakistán, dos economías en default, el FMI ha pedido el socorro de China, una gran acreedora de esos dos Estados. Pero China no es un acreedor financiero sino comercial: no compra deuda pública sino que ofrece créditos a emprendimientos de infraestructura. Como acreedor comercial reclama prioridad para el pago de sus deudas. La rivalidad de Estados Unidos y de gran parte de la Unión Europea con China se encuentra condicionada por la dependencia relativa que tienen de la nación asiática. Se trata de un equilibrio inestable y confrontativo que en caso de romperse escalaría definitivamente la guerra mundial en desarrollo.

Mientras declara a Argentina un “aliado absoluto” de la OTAN, el gobierno de los Fernández ha pedido el ingreso al bloque de los BRICS, que lidera China. Se trata de una alianza con Brasil, Rusia, India y Sudáfrica. El bloque ha aceptado a la lulista Dilma Roussef como presidenta del Banco de Desarrollo de los BRICS, que no tiene rival en el mundo. El “aliado absoluto” está obligado, por razones “absolutamente” materiales, a hacer equilibrio entre rivales. La familia Macri, con negocios e inversiones en China, sabe más de esto que el kirchnerismo.

La penúltima pata de la transición (siempre habrá alguna anterior a la última) es la renuncia de Macri a una candidatura por el Pro. Fue elogiada por los inversores que se reunieron con Fernández en Nueva York, como lo fue antes por el Círculo Rojo. El diario La Nación no solamente la celebró, en un editorial, sino que hasta se atrevió a reclamar a Macri que no interfiera en la disputa en CABA entre Jorge Macri y Martín Lousteau, a riesgo de quebrar a Juntos por el Cambio. El diseño que manejan los grandes grupos capitalistas es que la transición pactada deberá proseguir por un tiempo después del cambio de gobierno. La interna del Frente de Todos se va ajustando a estas condiciones –y el gobierno de Biden y Xi también. La Cámpora, más massista que nunca, ha renunciado a disputar el próximo gobierno, e intenta replegarse a las intendencias bonaerenses y a la gobernación de la Provincia; en Río Negro y en Salta ha sellado alianzas con el macrismo. El desafío del capital es surfear la crisis sistémica, de conjunto, sin provocar situaciones revolucionarias. La cuestión del poder del capital o del poder de los trabajadores está más planteada que nunca.

En la campaña electoral que se inicia, nuestra tarea será exponer ante los trabajadores a esta santa alianza de la grieta y el programa que la guía: la confiscación de los trabajadores mediante la inflación; la confiscación directa del patrimonio público conquistado en años de lucha; la intensificación de la flexibilidad y precariedad laborales, con el apoyo de la burocracia sindical sin distinción; el aumento de la edad jubilatoria y la reanudación de la privatización de la previsión social; la liquidación del sistema público de salud; y la complicidad y hasta la integración en los planes de guerra de la OTAN.

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