Reducción de la jornada laboral en Chile: flexibilización laboral encubierta

Escribe Luciana Diaz

Tiempo de lectura: 3 minutos

Luego de seis años de espera, el Senado chileno aprobó el proyecto de Camila Vallejos de reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales, con el acuerdo del pinochetismo. Hasta ahora la legislación laboral chilena imponía un tope de 45 horas, pasado ese límite, se pagaban como horas extras, al 150%. En ninguno de los dos, ni en el proyecto ni en la normativa vigente, se contempla el derecho al tiempo de almuerzo, el cual se adiciona a la jornada diaria, extendiéndola.

El título del proyecto de ley es una farsa ya que, en la práctica, habilita una jornada laboral semanal de 52 horas. Esto se logra a través de la maniobra de no contemplar para el conteo de horas un tope semanal sino un promedio trimestral, lo que les permite a las patronales (mediante un acuerdo con la burocracia sindical) la flexibilidad de incrementar hasta 52 horas semanales durante dos semanas consecutivas, y reducirlas en las siguientes de acuerdo a sus requerimientos de producción. En el caso de no cumplir con la reducción durante el mismo mes, las patronales pueden compensarla con días de descanso a futuro, hasta cinco por año, por lo que ni siquiera están obligadas a pagar las horas extra. En el caso de superar este tope de cinco días las horas adicionales se pagan como horas ordinarias.

Como la legislación chilena no reconoce el derecho a la hora de almuerzo dentro de la jornada, la extensión puede ser aún mayor, ya que es costumbre adicionarla. Para poder llegar a estas 52 horas, la ley exige un acuerdo con los sindicatos y que los trabajadores se encuentren afiliados, promoviendo el fortalecimiento de la burocracia que en Chile es muy débil y que aquí intervendría como veedor de la flexibilidad.

Pero esto no es todo. La ley habilita a modificar la organización semanal, permitiendo un 6x1, 5x2 o, como novedad, el 4x3, siempre según la necesidad de la patronal, y también le permite partir la jornada diaria de trabajo en dos, ahorrándose el gasto en personal durante los tiempos muertos en las actividades de comercio, por ejemplo.

La ley no contempla a los trabajadores de medio tiempo, por lo que para ellos no hay reducción horaria, mantienen la misma jornada por el mismo sueldo, pero sí los deja a merced de todas las aristas flexibilizadoras. Tampoco impone la ley la obligación de contratar a nuevos trabajadores para suplir la reducción, ni siquiera a las grandes empresas, por lo que la idea del reparto de las horas de trabajo es algo que está fuera de discusión.

Todas estas modificaciones que ahora se introdujeron a la ley y que constituye una flexibilización en regla, son parte de la reforma laboral que el movimiento obrero chileno resistió durante el gobierno de Piñeyra y que ahora se imponen a través de este verdadero caballo de Troya que es esta ley propuesta por el PC.

Como si la perfidia no pudiera ser mayor, el oficialismo alardea sobre la importancia del derecho al tiempo libre para justificar la eliminación del pago de un plus por las horas extra y así "desalentar la explotación" en favor del ocio. Pero en Chile, al igual que en Argentina, la autoexplotación es obligada por los salarios de hambre que dejan a la mayoría de los trabajadores por debajo de la línea de pobreza. Esta situación obliga no sólo a tomar las horas extra sino a tener más de un trabajo. En Chile esta situación se agrava porque parte de los salarios tienen un componente alto de bonos por productividad o por porcentaje de ventas, lo que ata el salario a los rendimientos, promoviendo el incremento de las horas laborales.

En la Argentina, en momentos en que la CGT está proponiendo un proyecto análogo, los trabajadores tenemos que denunciar el intento de meternos el perro de la flexibilización laboral que Macri no pudo terminar de imponer.

En el contexto de demolición del poder adquisitivo, el reparto de las horas de trabajo solo puede plantearse atado al reclamo de un salario igual al costo de la canasta familiar. Sino es una farsa.

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