Mendoza

Cómo propone el PO oficial resolver “los problemas de la gente”

Escribe Pablo Busch

Una versión del plan Grobocopatel-Grabois del “partido que se planta”.

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La fractura del FIT-U en Mendoza, tanto para las elecciones municipales adelantadas como para la gobernación, ha prohijado una novedad: el candidato del PO oficial, Victor Da Vila, ha presentado un programa de gobierno con el que pretende "reposicionar a la izquierda". Según un reportaje realizado hace unos días en Prensa Obrera, "Da Vila disputa la hegemonía de la izquierda buscando posicionarla como una alternativa real de gobierno, priorizando los reclamos populares (...) Los ejes principales de su campaña son: salario, trabajo, salud, educación, seguridad, producción del campo y un plan industrial alimentario." En efecto, Da Vila tiene “un plan industrial”.

El reposicionamiento del FIT-U por parte del PO oficial tiene el propósito, dice, de dejar de ser una "fuerza de control (sic) o de denuncia de lo que pasa adentro de la Legislatura" para pasar a mostrarse como una fuerza que "se prepara para ser gobierno". El aparato oficial se “reposiciona”, en realidad, contra la historia del Partido Obrero, que nunca fue, por otra parte, un partido de “control” de las patronales, sino de lucha por un gobierno de trabajadores. Da Vila “reposiciona” al PO confesando su ignorancia, o mejor, desnaturalizando el programa histórico del Partido Obrero. Se “reposiciona” contra posiciones que ni siquera llegó a entender. Se insurge contra el denuncismo adentro de la Legislatura, sin darse cuenta de que habla de sí mismo y de sus compinches, que han estado en las Legislaturas en la última década. En el caso de Chaco, Juan García y el comité nacional del PO prestaron quórum para privatizar tierras y aprobar el Presupuesto. En resumen, la presentación del ´reposicionamiento´ comienza con ignorancias y mentiras propias de un puntero político. Lo que viene es, sin embargo, peor, porque anuncia sin pestañear el programa de la burguesía, o sea, contra la clase obrera.

El candidato Da Vila asegura, de arranque, que “el pueblo necesita respuestas a sus problemas". No se trata de trabajadores sino de “pueblo”, o sea un conjunto indiferenciado y contradictorio de clases sociales, y de “sus problemas”, no de su antagonismo irreconciliable con la explotación capitalista. Esta tergiversación de los términos coloca al sujeto en cuestión como un manipulador de la política.

Para ´reposicionar al FIT-U´, el candidato Da Vila ha inscripto en su programa un “Plan Alimentario”, o PAN, el Plan Alimentario Nacional de Raúl Alfonsín. El lema del Plan Alimentario es "Ni un pibe con hambre en Mendoza", emulando el slogan macrista de "Hambre 0", la bolsa familia de Lula; en definitiva, las propuestas del Banco Mundial. Eso sí, en el marco de “Mendoza”, no sea que lo denuncien por desestabilizar al resto de las provincias.

Para ello, Da Vila propone "entre los principales ejes implementar un Mercado Central Único, donde los productores puedan vender sus productos directamente al consumidor, sin intermediarios, estableciendo una sede en cada departamento". Los mercados centrales, alli donde existen, no han bajado precios en un cuadro de inflación ni han roto la cadena comercial que parte de exportadores y supermercados, su enlace con monopolios de alimentos, estruja al pequeño productor y se alía a los grandes propietarios del campo (en Mendoza, los bodegueros). Es una lectura antagónica a la de Marx y Lenin, para quienes la concentración y centralización de los capitales se produce sobre la ruina de la pequeña producción. En estas condiciones, la pequeña producción desarrolla un régimen de explotación más despiadado que el de los grandes capitales, porque sólo puede sobrevivir estrujando al trabajador. Las Pymes son las mayores agitadoras de la reforma laboral. Mientras Da Vila propone rescatar a la pequeña producción, bajo el capitalismo, los socialistas han dicho siempre a la masa de productores campesinos y urbanos que la salida es la expropiación del capital y el socialismo. Da Vila se ‘reposiciona’ en contra de este planteo socialista y obtiene la acogida entusiasta del periódico de su aparato. Una docena de votos valdría más que una denuncia sustentada en un programa.

Da Vila disimula, en tonada mendocina, que lo mismo viene llevando adelante el gobierno de Kicillof en la provincia de Buenos Aires, en tonada portuaria. Ha abierto sucursales del Mercado Central en los distritos, Mercados Concentradores y Compras Comunitarias. Una suerte de Alberto Samid. Nada de esto ha evitado una inflación anual del 120 por ciento. El planteo del ‘trotskista’ mendocino se convierte en un dislate cuando se desarrolla una tendencia hiperinflacionaria.

El candidato del PO Oficial propone "que se ponga en marcha la industria de alimentos, creando una empresa provincial para garantizar la demanda de alimentos, la falta de trabajo genuino (sic) y establecer como proveedores prioritarios a los productores de hasta 15 hectáreas productivas". Esto se parece mucho al plan tejido entre Juan Grabois y el financista agrario Grobocopatel, para que los miembros de las organizaciones sociales sean empleados por los capitales sojeros por el salario mínimo que aboga Grabois, igual a una canasta de pobreza.

La empresa alimentaria ‘testigo’ es un planteo kirchnerista, que los K no tienen siquiera la intención de llevar adelante. Sí lo fue, con mucha energía, por Hugo Chávez, para engendrar de inmediato un mercado negro de alimentos. Una empresa monopólica estatal de alimentos, que tenga el propósito de combatir los abusos de posición dominante del gran capital, chocaría de inmediato con éste y pondría al desnudo la necesidad del poder político de la clase obrera. Pero para Da Vila hay que huir de esta posición envejecida y “resolver los problemas de la gente”. Todo indica que Da Vila, el aparato del PO y el FIT-U buscan resolver sus problemas de aparato, a costa de contarle un cuento chino “a la gente”.

Es obvio que la crisis de alimentación de los trabajadores requiere un planteo concreto. Es lo que ha hecho el socialismo revolucionario desde su nacimiento, por medio de un programa de transición, que sea capaz de unir los dramáticos apremios populares inmediatos con la lucha por el poder. Está más lejana la empresa de alimentos que el control obrero de la producción, que puede ser dirigido especialmente a los monopolios de la alimentación. Es a lo que apunta en contra el candidato Da Vila cuando denuncia la política de “control” que atribuye a una izquierda del pasado. Da Vila está en contra de atacar la propiedad privada de los monopolios; propugna “la coexistencia pacífica” entre el capital (alimentario) y los obreros de la alimentación, y de los pequeños productores con “los formadores de precios”. Da Vila presenta un plato recalentado que primero cocinó el líder stalinista mendocino, Benito Marianetti, que conseguía mejores resultados electorales que los del Partido Comunista a nivel nacional.

Los planteos de Da Vila que Solano se encarga de difundir sorprenden por la velocidad de la degeneración del aparato oficial en tan poco tiempo.

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