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Han transcurrido dos años desde que Putin tomó la decisión de intentar clausurar la crisis y la guerra civil en Ucrania mediante una invasión. La transición a la guerra a escala completa ha reordenado la política internacional. En el terreno, cientos de miles de muertos y heridos, ciudades arrasadas e incontables crímenes de guerra. La guerra ha realineado la política internacional de manera general. De un lado, se vislumbra una masa de países que no están siguiendo la línea estadounidense; dentro del bloque de aliados, la guerra ha licuado la autonomía relativa de potencias imperialistas como Alemania.
En retrospectiva, el concepto operacional inicial de los rusos se basaba en tres presupuestos que se demostraron falsos. Primero, que una campaña militar exitosa contra Ucrania podría ser breve, una hipótesis avalada públicamente por el Pentágono. Segundo, que la sociedad ucraniana, profundamente dividida en cuanto a los sentimientos hacia Rusia y con el gobierno de Zelensky con una popularidad por el piso, no iba a montar resistencia o en el mejor de los casos recibiría a los rusos con los brazos abiertos. Por último, los rusos especulaban acerca de la profundidad de la crisis de mando en la OTAN. La presidencia de Trump había creado diferencias con Alemania y Francia, que durante 2021 mostraron una posición diferente a la Casa Blanca con respecto a la crisis en Ucrania. Ya durante la guerra, Merkel confesó públicamente que las negociaciones impulsadas por estos países tenían el objetivo de hacer tiempo para que Ucrania fortaleciera sus fuerzas armadas.
En base a estos puntos, la campaña inicial no se preparó ni ejecutó con la seriedad que una invasión tal necesita. Llamó la atención poderosamente de analistas y conocedores de las fuerzas armadas rusas la evidente improvisación y falta de preparación y coordinación exhibida por las fuerzas rusas durante las primeras semanas de la guerra. Hay testimonios de comandantes que se enteraron que iban a entrar a Ucrania a menos de 24 horas del comienzo de la operación. La configuración de la fuerza invasora también expresa esta liviandad en la planificación y aún más en la ejecución. No más de 200 mil hombres participaron en esta fase, un número que palidece frente al tamaño alcanzado por ambos ejércitos durante la guerra. Las fuerzas rusas enviadas hacia Kiev, una ciudad de casi 3 millones de habitantes, se componían de alrededor de 30 a 50 mil soldados. Las unidades rusas no actuaban de manera doctrinaria y por lo tanto no sorprende que durante estas semanas hayan sufrido la tasa de bajas más elevada hasta ahora, con mucha diferencia.
Esto alimentó especulaciones acerca de que el concepto detrás de esta primera etapa era más una demostración de fuerza que una campaña sistemática para eliminar la capacidad de combate ucraniana. El objetivo habría sido forzar al gobierno ucraniano a negociar una rendición condicional. En ese sentido, en cambio, habría sido exitosa. Los ucranianos accedieron a negociaciones en Ankara durante el mes de marzo y, de acuerdo a lo reportado de varios involucrados en los procesos, se procedía hacia un acuerdo de manera inminente hasta que el Primer Ministro del Reino Unido de entonces, Boris Johnson (actuando en tándem con la Casa Blanca), presionaron a Kiev a romper las negociaciones y continuar la guerra con la garantía de apoyo material de la OTAN. Al mismo tiempo, EE.UU. y sus auxiliares desataron una ofensiva económica contra Rusia esperando que la falta de resultados militares y un bloqueo a su mercado articularan en un colapso del régimen putiniano.
A pesar de que a todas luces el concepto operacional inicial fracasó, las condiciones que creó en el terreno dictaminó el desarrollo del resto de la guerra hasta hoy en día. A pesar de que la fuerza enviada hacia Kiev era a todas luces insuficiente para tomar la ciudad, forzó a los ucranianos a redireccionar una gran cantidad de fuerzas a interceptarla, dejando con pocas tropas el sureste del país. Esto les permitió a los rusos expandirse rápidamente y consolidar el control terrestre entre Crimea y el Donbass, ocupando desde Jersón todo el camino hasta Járkov. Esto incluyó la ruptura de los primeros cinturones defensivos construidos por Ucrania en torno del Donbass.
En base a esto el mando ruso improvisó un giro en la estrategia de la guerra, planteando una guerra de desgaste en aquella región. Para Rusia plantear este tipo de guerra es positivo por varias razones. Primero multiplica en población, recursos y material militar a Ucrania varias veces, lo cual de por sí suele predeterminar cuál bando puede lidiar mejor con un desgaste a largo plazo. Segundo, porque al tratarse del extremo suroriental del país, es Ucrania la que tiene que formar líneas logísticas más extendidas para llevar unidades y material desde el oeste del país, factor empeorado por estar la totalidad del territorio al alcance del armamento ruso. Tercero, en la medida que el objetivo de Kiev es recuperar la totalidad del territorio ucraniano, las unidades exhiben poca flexibilidad en situaciones defensivas, mostrando una predisposición a sacrificar soldados antes que retirarse a posiciones más ventajosas; en otras palabras, los rusos atraen (y desgastan) constantemente hacia la región más desventajosa para los ucranianos a gran parte de la población masculina en edad militar dispuesta a enfrentarlos por las armas.
No obstante, al inicio de esta segunda fase los rusos se enfrentaron a un problema numérico de origen político. Putin nunca fue capaz de justificar una guerra con todas las letras contra un pueblo supuestamente ´hermano´. Al público ruso se le explicó que las FF.AA. estaban realizando una “operación militar especial”, planteada como algo limitado y que no debería afectar la vida cotidiana del ciudadano ruso promedio. Sin una declaración formal de guerra, el Estado ruso está legalmente inhabilitado para movilizar sus contingentes de reservistas. Por lo tanto, las fuerzas rusas en Ucrania estaban limitadas al relativamente pequeño contingente con el que comenzaron la guerra (que ya estaban con cierto grado de desgaste en los primeros meses de las hostilidades), más algunas pequeñas unidades de voluntarios. Por otro lado, en Ucrania se produjo una movilización de masas contra de la invasión. Como resultado, hacia el mes de agosto, los rusos ya se encontraban superados en número en un factor no inferior de 3:1 hasta 5:1, dependiendo de cuál cifra de movilización ucraniana se eligiera creer. La fase activa de la ofensiva rusa culminó con la toma del conglomerado urbano de Donetsk-Lisichansk, tras lo cual la inferioridad numérica y el agotamiento de las unidades determinó el pasaje de la iniciativa al bando ucraniano.
Desde el mes de agosto de 2022 los ucranianos lograron efectuar una serie de ofensivas exitosas. Sobre las bases de esos éxitos. la OTAN amplió la transferencia de material bélico para lograr conducir ofensivas mayores al año siguiente. Fueron ofensivas efectuadas sobre los flancos laterales del territorio ocupado por los rusos: en Jersón, puntualmente la ribera occidental del río Dnieper y en Járkov hasta la sección norte de Lugansk, separada por el río Donetsk.
La fase activa de ofensiva ucraniana comenzó en la región occidental de Jersón. Durante varias semanas las unidades ucranianas empujaron desde tres vectores contra las fuerzas rusas emplazadas, compuestas principalmente de unidades elite VDV
(asalto aéreo y paracaidistas). Hasta el comienzo de la ofensiva en Járkov, no se observaba ningún progreso importante en Jersón.
La ofensiva de Járkov si fue mucho más exitosa desde un inicio. La localidad donde los ucranianos lograron la brecha ni siquiera estaba protegida por unidades militares sino por fuerzas policíacas y detrás de ellos no había segundas líneas ni unidades en reserva. Como resultado, la penetración ucraniana rápidamente provocó una retirada de las unidades rusas restantes hacia el este. Rápidamente también los ucranianos lograron cruzar el río Oskil en persecución de los rusos quienes finalmente lograron organizar una línea defensiva corriendo de norte a sur al oeste de Svatove.
Luego de la derrota en Járkov, el mando ruso se planteó la utilidad de mantener la ribera occidental del Dnieper en Jersón. Si bien es una de las regiones formalmente anexadas (y la ciudad capital se encuentra del lado occidental), el grupo de fuerzas ruso era vulnerable desde el punto de vista logístico. Con las espaldas contra el río, dependía únicamente de dos puentes para abastecerse y esos puentes eran atacados diariamente por sistemas de cohetes guiados HIMARS, recientemente donados por EEU.U. En ese entonces los rusos no habían desarrollado contramedidas. Por lo tanto si bien las unidades rusas eran capaces de mantener las líneas frente a la presión ucraniana, la amenaza de quedar aislados convenció al mando de evitar ese riesgo mayor. Se retiraron ordenadamente y pasaron a fortificar líneas defensivas al otro lado del Dnieper. Gracias a ello lograron preservar esta fuerza de combate relativamente completa.
Los rusos cedieron aquellos flancos al elegir concentrar sus fuerzas en la defensa del corredor terrestre entre Crimea y Donbass, al cual otorgaron un valor estratégico y donde era esperable una ofensiva ucraniana también. En paralelo, la dirigencia rusa dio a conocer tres decisiones que necesariamente tuvieron que tomar meses antes pero cuyas preparaciones era extensas. La primera fue la anexión formal de los territorios ocupados durante la guerra (Jersón y Zaporiyia) y las regiones que ya estaban administradas por las milicias separatistas, aún si los rusos no controlaban la totalidad de sus jurisdicciones legales. De esta manera Ucrania era convertida formalmente en un país invasor de territorios de la Federación Rusa, dando base legal a una declaración de guerra formal que no obstante aún no se ha realizado. Segundo, la conformación de un mando unificado para las fuerzas actuando en Ucrania poniendo al frente de ésta al Gral. Surovikin. Por sí mismo la ausencia de esto hasta ese momento denota el carácter improvisado de la campaña rusa. Tercero, el gobierno ruso anunció la movilización de la industria para la producción militar así como una ´movilización limitada´ (coherente con la falta de declaración formal de guerra) de 300 mil reservistas. La movilización de la industria requirió una tarea enorme de recentralización de la industria bélica, que hasta entonces actuaba casi como industria completamente privatizada (pero de capitales mixtos) y fuertes incrementos del gasto para contratar mucha mano de obra, en la mayoría de las fábricas había una capacidad ociosa aunque también se constatan fuertes inversiones para ampliar dicha capacidad. Entre los stocks inmensos de armamento heredado de la época soviética y la capacidad de producción, los rusos reciben mucho más material bélico que Ucrania, sin contar las partidas de municiones y drones comprados a Corea del Norte e Irán. Por otro lado, la movilización de reservistas enfrentó enormes problemas organizativos esperables por lo oxidado del sistema y el rumbo hacia la profesionalización de las FF.AA. seguido por Rusia luego de la disolución de la URSS. Ni siquiera los registros de los reservistas estaban digitalizados. Luego de esta movilización, los rusos han podido garantizar el reclutamiento de voluntarios en niveles suficientes y se estima que unos 400 mil se unieron a las FF.AA. durante el 2023.
La tarea de generar fuerzas militares a partir de movilizaciones de población e industria, cuando no existe un sistema bien aceitado para ello, suele demorar varios meses. Los reservistas tienen que organizarse en nuevas unidades, comandantes tienen que ser asignados y todos deben ser equipados en niveles suficientes. Durante los primeros meses de 2023 se pudieron ver todo tipo de situaciones de carencias en estos sentidos. Por ello no debe sorprender que el esfuerzo más grande en la primera mitad del año pasado recayó sobre la compañía de mercenarios conocida como ´Grupo Wagner´, que reclutó cerca de 40 mil presidiarios para reforzar su formación consistente de 20 mil profesionales con el fin de tomar por asalto la ciudad-fortaleza de Bajmut, en el Donbass. La batalla por esta ciudad se extendió durante meses y quizás sea la que provocó más muertes en la guerra. La mitad o la mayoría de la fuerza de Wagner fue muerta o herida y destino similar tuvieron las casi 30 brigadas que los ucranianos terminaron llevando para mantener la ciudad a como dé lugar. El elevadísimo gasto de soldados ucranianos en defensa de una ciudad que se sabía insostenible desde hacía meses le ganaron al comandante a cargo de la operación, el Gral. Sirsky el apodo de ´General 200´, siendo ´200´ una referencia al término ´carga 200´, que en la jerga militar rusa y ucraniana se usa para designar a transportes de cuerpos de soldados caídos en acción.
En paralelo a la carnicería en Bahamut, ucranianos y rusos se preparaban para afrontar la ofensiva más esperada y potencialmente más decisiva en Zaporiyia, mediante la cual los primeros se proponían cortar la conexión terrestre de 100 km. de profundidad entre Crimea y el Donbass. De tener éxito, esto prepararía las condiciones para un asalto hacia Crimea. Por el lado ucraniano, la OTAN amplió la transferencia de armas para incluir sistemas antiaéreos, tanques de combate, blindados en general y una cuantiosa parte de los stocks de artillería de sus ejércitos. Así mismo, la OTAN entrenó un total de nueve brigadas ucranianas en base a estos sistemas, específicamente para tomar parte en la ofensiva. Otras tres brigadas para este propósito fueron entrenadas en Ucrania misma. En total, estas 12 brigadas formaron la punta de lanza de la operación pero teniendo en cuenta el desgaste de otras 30 en la fútil defensa de Bahamut, Ucrania en el balance tenía menos fuerzas durante la ofensiva que a principios de año.
Por el lado de los rusos, Surovikin organizó la transición general del grupo de fuerzas rusas en Ucrania a una postura defensiva. Esto convivió con ofensivas puntuales en el nivel táctico, como por ejemplo la de Bajmut. Este esfuerzo consistió en varias tareas. En primer lugar Surovikin puso en marcha una campaña de bombardeo aéreo sistemática y coordinada sobre la infraestructura de energía ucraniana, hasta entonces ignorada. Como parte de esta hicieron acto de aparición los drones kamikazes de diseño iraní Shaheed-132 producidos en Rusia como Geran-2. Un efecto buscado de esta campaña fue forzar a las baterías antiaéreas ucranianas a usar gran parte de sus stocks de municiones que llegaron a una situación cercana al agotamiento. En segundo lugar, se realizó una reorganización de la cadena de mando de las unidades rusas que desde ese entonces actúan de manera coordinada. Tercero, se construyó una línea de fortificaciones, trincheras y obstáculos a lo largo de la totalidad del frente y que incluso continúa en regiones rusas como Belgorod. La llamada “Línea Surovikin” no tiene precedentes en la historia militar contemporánea por su extensión y profundidad.
Después de haber ordenado las filas rusas y poner la cara en oportunidad de la retirada de parte de Jersón, Surovikin fue inesperadamente reemplazado en sus funciones por el mismísimo Jefe de Estado Mayor de Rusia, el Gral. Gerasimov. Hasta el momento se consideraba que Surovikin había logrado sacar a la campaña rusa del pantano que parecía estar hundiéndose porque lo que no faltaron quienes sospecharon que ese desplazamiento se debía a una interna política, por la cercanía que se le adjudicaba al Surovikin con respecto al jefe de Wagner, Prigozhin. Por otro lado, que Gerasimov asumiera el mando directo del grupo de fuerzas en Ucrania apuntaba a la preparación para otra etapa de la guerra. No ayudó a la posición de Surovikin que al poco tiempo, y a pocos días de comenzada la tan anunciada ofensiva de verano ucraniana sobre Zaporiyia, Prigozhin y su Grupo Wagner se amotinaran contra el Kremlin. A pesar del carácter fugaz de la revuelta, ésta tuvo consecuencias en la interna rusa, consolidó la autoridad del Ministerio de Defensa y Gerasimov. Prigozhin, derrotado, fue enviado junto a sus mercenarios a Bielorrusia en donde se dedicaron a entrenar al ejército local. Aunque Surovikin a las pocas horas de comenzado el motín publicó un mensaje instando a la jefatura de Wagner a desistir de su aventura terminó siendo enviado por el mando ruso a cumplir un rol opaco en países africanos. A los pocos meses, el Ministerio de Defensa Ruso comenzó a absorber a la mayor parte de Wagner formalmente al Ejército, que es algo que Prigozhin advirtió tiempo atrás con la Batalla de Bahamut de fondo. A los pocos meses, Prigozhin junto a toda la cúpula de Wagner murieron en un accidente aéreo.
El fracaso estrepitoso de la esperada ofensiva ucraniana es el dato más importante del 2023. Preparada y planificada durante meses hombro a hombro con especialistas del Pentágono, el desenlace desfavorable abrió un intercambio de acusaciones cruzadas. Los oficiales occidentales acusaban a sus pares ucranianos de no poder ejecutar las tácticas enseñadas y los últimos respondieron recordando los enormes retrasos para la entrega de material y lo inadecuado de la doctrina y tácticas occidentales a las condiciones de combate moderno de alta intensidad. No obstante lo cierto es que el diseño operacional de la ofensiva era una suerte de quimera de principios soviéticos y occidentales sin poder garantizar condiciones mínimas y necesarias que ambas doctrinas requieren para ofensivas a gran escala.
El procedimiento occidental, específicamente norteamericano, para conducir operaciones ofensivas parte del presupuesto de que se ha logrado una situación de superioridad aérea. Esto significa, que la propia fuerza aérea se ha hecho con el control del espacio aéreo enemigo y puede funcionar con relativa libertad. Debido a esto, se le encarga a aviones de combate bombardear extensivamente las posiciones defensivas enemigas, tras lo cual se procede a ejecutar una brecha sobre un punto específico elegido en ellas, enfocando a las unidades de maniobra terrestre en ese lugar para penetrar y pasar a maniobrar profundo tras líneas enemigas. El enfoque soviético, heredado por los rusos, es diametralmente opuesto. Asume que la desventaja en el aire con respecto a la Fuerza Aérea de EE.UU. es irremontable y a lo sumo los propios aviones de combate pueden aspirar a entorpecerla o disputar un sector específico del espacio aéreo por tiempo limitado. Mismo rol se le asigna a los sistemas terrestres antiaéreos, que son mucho más numerosos que en las fuerzas occidentales. En vez de depender de las bombas aéreas para demoler y debilitar las defensas enemigas, se usa principalmente artillería. Por último, las operaciones ofensivas no se libran únicamente en un sólo punto débil sino en toda la extensión de un frente e incluso en múltiples frentes simultáneamente. La finalidad de esto es paralizar la totalidad de fuerzas enemigas en el lugar, evitando que las pueda mover para reforzar un punto específico. Para lograr esto, se asume una superioridad numérica sobre el enemigo en todos los frentes.
Como dijimos, la operación ucraniana muestra una mezcla quimérica de ambas doctrinas sin poder garantizar sus condiciones necesarias para el éxito. Primero, al estilo soviético, se designan múltiples ejes de avance en varios frentes en simultáneo pero sin contar con superioridad numérica necesaria en ninguno. Entre el desgaste ucraniano y la movilización rusa, tanto de reservistas como de voluntarios (unos 300 mil y 400 mil de los segundos a lo largo de 2023), en el mejor de los escenarios los ucranianos estaban en paridad numérica con respecto a los rusos. Segundo, salvo de manera muy puntual en ciertos sectores de frentes específicos y durante tiempo limitado, los ucranianos tampoco gozaron de superioridad en artillería. Tercero, la agotada fuerza aérea ucraniana prácticamente no pudo realizar misiones de bombardeo en apoyo a las fuerzas de maniobra ni pudo protegerlas de los medios aéreos rusos. Cuarto, la crisis de sistemas terrestres antiaéreos también impidió una defensa adecuada contra la fuerza aérea rusa. Por último, los misiles de largo alcance de tipo Storm Shadow o SCALP (británicos y franceses respectivamente) si bien lograron algunos impactos en la profundidad operacional rusa, estos fueron por lejos insuficientes para degradar la capacidad de combate de las unidades en defensa. Como resultado, avances marginales en los frentes secundarios (sobre todo, un poco en las afueras de Bajmut) y un avance de escasos cinco km. en el eje principal en Zaporiyia, de 100 km. de profundidad. Para peor, el desgaste (¿inesperadamente?) alto de las unidades ucranianas forzó un agotamiento temprano en el avance sin lograr sentar las bases para ofensivas posteriores. La ofensiva se estiró por unos agónicos tres-cuatro meses, tras lo cual la iniciativa volvió a pasar al lado ruso.
Quedará como interrogante contestar cómo esta operación fue autorizada cuando sus planificadores conocían al detalle cuáles eran las carencias. Lo cierto es que políticamente Ucrania no podía permitirse no atacar. Por un lado la propaganda oficial nunca abandonó el tono triunfalista de 2022, siendo que el objetivo declarado es recuperar la totalidad de los territorios de 1991 es ineludible la necesidad de atacar. Por otro lado e incluso más importante, el apoyo material de la OTAN a Ucrania se evidencia que depende de un cálculo especulativo como si fuese un negocio. En la medida que Ucrania demuestra que puede tener éxito en combate contra los rusos, la OTAN invierte
más. Cuando Ucrania sufre reveses, los inversores
se vuelven más aversos al riesgo. Y es efectivamente lo que ha pasado: no se espera que Ucrania vaya a volver a recibir la cantidad y calidad, por ejemplo, de medios acorazados y demás activos utilizados en esta ofensiva.
El fracaso de la ofensiva en Zaporiyia provocó una crisis en Kiev y la OTAN acerca del rumbo de la guerra. Objetivamente se observa que Ucrania no es capaz de recuperar territorio. Alguien tenía que terminar asumiendo la responsabilidad. Durante muchos meses circularon versiones acerca de los desencuentros crecientes entre Zalensky y su Jefe de Estado Mayor, el Gral. Zaluzhny. De acuerdo a uno de los rumores màs graves, Zaluzhny quería retirar a las unidades de Bajmut mucho antes cuando ya era obvio que la ciudad era indefendible pero Zelensky pretendía exactamente lo contrario y en la práctica permitía al Gral. Sirsky operar ignorando las órdenes de Zaluzhny. Y efectivamente Zelensky eligió a Sirsky como nuevo Jefe de Estado Mayor, reemplazando a Zaluzhny. Esto cayó como una bomba entre las tropas, entre las cuales Zaluzhny está bien considerado mientras que a Sirsky se lo ve como un comandante dispuesto a gastar las vidas de los soldados con tal de ganarse el favor del poder político. Lo último que se sabe de Zaluzhny es que se habría unido al partido político de la oposición encabezado por Petro Poroshenko.
Los rusos no tardaron en explotar el desenlace de la campaña de verano. Ni bien los ucranianos cesaron de atacar, los rusos pasaron a la contraofensiva en todos los frentes en simultáneo. El eje de avance más relevante se dio en la ciudad-fortaleza de Avdiivka. Esta ciudad es de los pocos grandes bastiones que quedan cercando la ciudad de Donetsk. Desde hace diez años Avdiivka está en la línea de contacto, en la zona de combate y con el tiempo fue siendo convertida en una de las posiciones ucranianas más fortificadas de la región. Tras reunir importantes fuerzas y medios acorazados, los rusos lanzaron desde noviembre una operación que terminó encerrando a la ciudad entre dos pinzas. Interrumpidas las líneas de suministro ucranianas, sus fuerzas dentro de la ciudad comenzaron a colapsar entre enero y febrero. Finalmente, la primera decisión tomada por el Gral. Sirsky fue declarar la retirada de la ciudad, cuando en la práctica ya había unidades que estaban abandonando sus posiciones por iniciativa propia. La retirada fue caótica, cientos de heridos fueron abandonados a su suerte dentro de la ciudad y los soldados que podían caminar tuvieron que huir a pie a través de campos ya que los caminos estaban cortados. Esos campos habían sido minados de manera remota por los rusos previamente.
La caída de Avdiivka es seguida por una situación de colapso de las líneas ucranianas más al oeste, los rusos están explotando la desorganización y avanzando. Situaciones similares se viven en otros frentes, la escasez de municiones (fundamentalmente artillería) que la regla es que las unidades ucranianas tienen un déficit de personal y por el otro lado el incremento de la presión rusa permitió abrir brechas en varios puntos. En Zaporiyia los rusos tienen rodeado Robotino, el pueblo al que los ucranianos trabajosamente lograron avanzar durante meses. Cerca de Bajmut los rusos recuperaron el terreno perdido en la contraofensiva y avanzaron tomando nuevas posiciones en dirección a Chasiv Yar. Resta por ver si y como los ucranianos logran estabilizar los frentes. Comparado con el mismo momento del año pasado, la velocidad de avance ruso es mucho mayor. En algunas semanas tendrá lugar otra temporada de suelo barroso pero luego vendrá la primavera, el mejor momento para realizar grandes maniobras fuera de caminos preparados.
Por el lado de Ucrania, enfrenta problemas crecientes en reclutamiento y aprovisionamiento de material. Al mismo tiempo, no se observa evidencia que apoye la idea de que la capacidad de generación de fuerzas militares (reclutamiento y producción militar) vaya a menguar en Rusia. Estos días en la Rada se discute una ley de características draconianas para movilizar coercitivamente a toda la población masculina en edad militar (y también se amplió dicha edad), desde hace mucho tiempo se acabó la reserva poblacional dispuesta a alistarse voluntariamente. Por otro lado, también menguan las transferencias de armas y municiones por parte de la OTAN. Llamativamente, esta última no ha logrado movilizar y ampliar su propia industria militar. La Unión Europea entera solamente puede proveer la mitad de proyectiles de artillería que había prometido un año atrás. En otras palabras, el equilibrio de fuerzas, que durante parte de 2022 se inclinó levemente del lado ucraniano, se inclina cada vez con mayor diferencia del lado ruso. Si del lado proucraniano se admite este diagnóstico, entonces la única ruta racional hacia adelante significa al menos el renunciamiento a recuperar las fronteras de 1991 y entablar negociaciones con Moscú lo antes posible antes de que se degrade aún más la situación sobre el terreno. Por el contrario, la apuesta que realiza ahora la OTAN y Ucrania es pasar indefinidamente a un estado de defensa estratégica y esperar hasta que el agotamiento ruso vuelva a alterar la relación de fuerzas. Quienes esgrimen esta hipótesis nunca diagnostican o caracterizan el ritmo de desgaste de las fuerzas ucranianas.