Escribe Marcelo Ramal
Una riña de gallos al interior del capital financiero.
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Los discursos insultantes de Milei entre los lunáticos que lo condecoraron en Europa dejaron en un segundo plano al “maldito socialismo”. Esta vez, los ataques se dirigieron centralmente a los “liberales de copetín”, es decir, al interior de sus propias filas. Aunque Milei no lo dijo, la pelea no tiene que ver con los neoliberales que vienen criticándolo desde hace meses, sino con el mismísimo FMI. El organismo internacional acaba de colocar en capilla al planteo económico de Milei-Caputo, a quienes reclamó un “ajuste de calidad”. El Fondo delató el carácter ficticio de los "logros" de la administración liberticida. El superávit fiscal de los primeros cinco meses está asociado a la pulverización de salarios y jubilaciones -algo que el FMI saluda- pero, por otro lado, a la postergación de pagos -y, por lo tanto, a la acumulación de deudas a cortísimo plazo, como ocurre por ejemplo con el sistema eléctrico. La “recomposición” de reservas es otro fraude, pues tiene como contrapartida la acumulación de otra deuda -en dólares- con los importadores. El “fin” del financiamiento del Banco Central al Tesoro ha sido reemplazado por la emisión incesante de deuda del propio Tesoro, a razón de 10.000 millones de dólares mensuales. En cualquier caso, los pases y letras que debe continuar renovando el Central obligan a redoblar la emisión monetaria, que Milei en España amenazó con caratular como un delito penal. Según uno de los “liberales de copetín”, el menemista Carlos Rodriguez, esa emisión, sólo en el mes de mayo, implicó una expansión del 30% de la base monetaria previa.
En su reporte, el FMI deja entrever que el “dibujo” de Milei-Caputo se encuentra agotado. El superávit fiscal dejará de ser tal en junio, por el peso de los intereses de deuda y las menores reducciones de subsidios a los servicios públicos. Lo mismo ocurre con el balance de divisas, cuando el Banco Central se torna vendedor de dólares nada menos que en el ápice de la cosecha gruesa. La recuperación parcial de la cotización de la deuda argentina -el único logro que exhibía Caputo en los primeros meses de gobierno- ha revertido la curva hacia abajo. En estas condiciones, el FMI reclama una devaluación del 30 % del dólar oficial, la aceleración de los tarifazos y la aprobación sin condiciones del paquete fiscal que está en el Congreso -principalmente, la restitución de “ganancias” sobre el salario-. Francos ya anunció que Diputados deberá refrendar el paquete original votado hace un mes, y desairar a las rectificaciones de los Senadores.
Pero las exigencias del Fondo son más amplias: reclama también tasas de interés “positivas”, o sea, revertir las reducciones que vino implementando el gobierno en los últimos meses. Es un reclamo que viene “atado” a la cuestión cambiaria, pues apunta a sostener las colocaciones en moneda nacional en caso de una devaluación. Pero la cuestión de la tasa de interés se cuela en otra pelea que divide al capital financiero, y en la cual Milei-Caputo han tomado partido. En efecto: el informe del FMI reclama “igualdad de condiciones” entre los bancos establecidos y las llamadas “billeteras virtuales”, el negocio que en Argentina se encuentra dominado por Mercado Pago-Galperin, un íntimo integrante de la camarilla de intereses que rodea a los Milei. La “billetera” de Galperin está en una abierta puja con los bancos privados en relación a la captación de recursos y el otorgamiento de créditos. La baja de la tasa de interés en el sistema bancario ha agravado esa situación, pues Galperin, que cuenta con ventajas impositivas excepcionales, está ofreciendo rendimientos superiores a los de la banca formal. El diario “El Cronista” relata esta situación con un título sugestivo: “Adiós plazo fijo” (EC, 22/6). En Argentina y el mundo, la camarilla libertaria es una agente indisimulada de la “banca en las sombras”. En su informe, el FMI ha salido en defensa de la banca extranjera radicada en Argentina, que acaba de demandar legalmente a Galperín.
Milei reivindica lo que llama la “dolarización endógena” de la economía, o sea, el alineamiento de precios y tarifas a valores internacionales en el marco de la licuación del gasto público -jubilaciones y salarios-. Pero el FMI sostiene que esa apreciación forzada del peso conduce a término a un estallido cambiario, porque carece de las divisas para sustentarlo. Reclama, casi irónicamente, una verdadera “competencia de monedas”, es decir, el final del cepo y la unificación cambiaria.
La divergencia que se abre paso en estas horas ha dado lugar a una crisis de gabinete peculiar en el gabinete económico del gobierno. Por un lado, el secretario de Finanzas Cottani, ligado a Cavallo, renunció a su cargo. De un modo general, Cavallo acompaña los planteos devaluatorios del FMI. Asimismo, Milei demoró el ingreso de Sturzenegger al gabinete. Aunque Sturze ingresaría con el programa de la “desregulación del estado” (privatizaciones y ajustes), ha trascendido que es partidario de acompañar las medidas cambiarias reclamadas por el Fondo. Caputo, en este cuadro, debió salir a twittear para desmentir una devaluación. Aunque el viaje por Europa ha postergado la crisis del gabinete, no impidió que Milei ventile sus causas cada vez que algún miembro de la secta austríaca cuelga una medalla en su solapa.
Una devaluación volvería a redoblar la escalada inflacionaria, la cual, de todos modos, deberá trepar como resultado de la reanudación de los tarifazos (el FMI reclama acelerar su ritmo). La “recomendación” cambiaria del FMI soliviantará todavía más al capital agrario, reforzando la política de retención de la cosecha. Este cuadro de conjunto ensombrece las expectativas que, para el gobierno, despertaba la aprobación de la Ley Bases. El factor más dinámico de la crisis política es el agotamiento del capítulo Caputo, y la lucha de intereses que se ha desatado en el riñón de los intereses sociales que bancan a Milei.