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El Evento León Trotsky realizado la semana pasada en Buenos Aires retomó los realizados en La Habana (2019) y San Pablo (2023). El primero sirvió para colocar la cuestión del trotskismo y la IV Internacional en un momento de gran crisis y rebeliones en Cuba. El inspirador, Frank García Hernández, pertenece a la corriente Comunistas Cuba, que cuenta con una publicación regular, difunde la obra de Trotsky e interviene en la lucha de clases en la Isla.
La amalgama de ‘los trotskismos’ no deja de ser, sin embargo, una operación confusionista. La constelación en cuestión ni siquiera se reúne para proceder a una clarificación política que pueda servir para unir fuerzas en un mismo partido, sino para agravar el sectarismo con ataques recíprocos sin principios. Probablemente por este motivo, los eventos reunieron a investigadores y académicos, con mayor o menor compromiso político, que han presentado trabajos que pueden aportar a un mayor conocimiento de la historia del movimiento obrero y del socialismo, como también de la convulsiva realidad contemporánea de guerras y crisis imperialistas y de rebeliones populares.
En Brasil en 2023, participaron, bajo la rúbrica de “Trotsky”, corrientes que apoyan al gobierno de coalición de derecha de Lula y, por supuesto, numerosos partidarios de la guerra OTAN-Zelensky con diversos pretextos, desde la defensa de la autodeterminación de Ucrania hasta la progresividad de una derrota del “imperialismo ruso”. El encuentro de días atrás en Buenos Aires fue una versión agravada de aquel confusionismo. Los partidos del FITU se trenzaron en duros ataques, como en todas las ocasiones en que se presentan juntos. El formato de las mesas fue con numerosas expositores y tiempo escueto y no estaban precedidas por un intercambio de textos escritos. En contraste con este disloque, una mesa que tuvo lugar fuera de la agenda del evento, con Alex Callinicos y Jorge Altamira, estuvo precedida por ponencias de uno y otro expositor.
En las diversas mesas que trataron cuestiones políticas estuvo ausente el balance entre los planteos y el desenvolvimiento político ulterior. Los grupos del FITU y el NMas no pusieron en debate su apoyo electoral a Massa, ni su consigna de “paro de la CGT “ y su confusa marcha a Azopardo el 1° de Mayo. Un aspecto fundamental, el más importante, como la crisis del movimiento obrero que dejó expuesta más que nunca este gobierno, fue simplemente ignorado para seguir con la rutina sindical. El aparato del PO insiste, por su lado, para que el SUTNA ingrese en la CGT.
En las mesas donde se abordó la cuestión de la guerra, Izquierda Socialista y el MST se empeñaron en reivindicar como eje la cuestión de la “autodeterminación de Ucrania”, otorgando un lugar secundario a la OTAN. En la mesa respectiva, el representante del MST rechazó por todos los medios el alcance mundial de la crisis, insistiendo en que “no se ha declarado (sic) la tercera guerra mundial”. La II Internacional, en cambio, debatió el carácter y las consignas de la primera guerra al menos desde cinco años antes de su declaración formal y para la III Internacional fue el centro de gravedad de toda su estrategia. El PTS saltó de su posición inicial -el eje es la autodeterminación de Ucrania- a un “Ni-ni”: -Ni la OTAN, ni Putin- sin un programa de acción.
El PO oficial distribuyó un material pretendidamente condenatorio de los dos campos de la guerra, pero con algunas “perlas”. Señala que las burocracias de Putin y Xi “han tomado un control bonapartista del aparato del Estado para defender el desarrollo capitalista en sus países en choque con el control extranjero del proceso”. En estos términos, son dos países subdesarrollados que pelean por su autonomía política. Estamos ante una defensa confusa, como no puede ser de otro modo, y una justificación histórica de la guerra por parte de Rusia y de China. ‘Explica’ una circunstancia, no el conjunto, que es el estallido de las contradicciones del capitalismo mundial y de la restauración capitalista.
Una mesa aparentemente libre de controversias, la que debatió las posiciones de Trotsky en la transición económica que sucedió a la Revolución de Octubre, dejó sin embargo jugosas conclusiones. Puso de manifiesto la grosera adaptación del FITU a la propaganda ideológica de Milei. El representante del aparato del PO defendió el sistema de moneda y precios, o sea, el mercado, en el período de transición, como muestra de que los socialistas “no somos estatistas”. Ese “antiestatismo” socialista no es un exabrupto del panelista: hace rato que el PO viene ´combatiendo´ a la propaganda libertaria con la promesa de menos estado. Pero el eje de la transición no son los precios y la moneda, sino la planificación del Estado Obrero. En la misma línea, el representante del Nuevo MAS opuso al Estado obrero una economía gobernada “directamente por los propios trabajadores”, algo que va de la autogestión al anarquismo, todo en “un solo país”.
Sin participar de esta mesa, Maiello, dirigente del PTS, contribuyó a esta tendencia libertaria en un texto donde saluda a los partidarios del socialismo digital, la corriente que atribuye el “fracaso de la URSS” a la ausencia de la tecnología informática para llevar adelante la planificación económica. Como explicamos recientemente es una reivindicación de las categorías económicas del capital bajo un (supuesto) Estado Obrero, que dejaría de serlo desde el inicio. En definitiva, el Evento mostró algo más decisivo que una capitulación política de parte del FITU; mostró una ruptura teórica con el marxismo.
Mientras ello ocurría, en la mesa destinada a Lenin y Trotsky, Gabriel Solano volvía a rendir tributo al pretendido “partido de combate”, cuya exégesis sería el propio aparato del PO. Esta autoproclamación fue justificada en Prensa Obrera, afirmando que el bolchevismo, incluso “con errores”, pudo hacer la revolución gracias a su método de organización trazado por Lenin en el “Qué hacer”. Lenin, 21 años después de ese folleto, explicó lo contrario en otro folleto: “El Infantilismo en el Comunismo”. Dice que pudieron triunfar gracias a un partido que contaba con un programa y una política, en primer lugar; a la verificación del acierto de esa política en la realidad y a la comprobación de ese acierto, por parte de las masas, a través de su propia experiencia. Donde Lenin es objetivo, el aparato del PO es caprichoso y fabulador. El “Qué Hacer" fue una fusión creadora entre la experiencia histórica del socialismo alemán -que construyó el primer partido obrero socialista de masas de la historia- y la experiencia del populismo ruso, que desarrolló los métodos conspirativos que imponía a Rusia el Estado zarista. Lenin fue, en su sentido integral, un hombre de partido, Solano es el emergente accidental de un aparato. La tesis del “partido de combate” es zinovievismo al palo, porque transformó un estadio de la lucha política –'la guerra civil internacional’ 1918/23- en un método de militarización partidaria que fue aprovechado a fondo por el stalinismo. De no haber sido por la intervención estratégica de Lenin contra la dirección oficial del partido bolchevique, la revolución rusa hubiera acabado como la Revolución Española o, peor, como la Unidad Popular de Chile.
Esta recorrida no agota al conjunto de las delimitaciones que se presentaron en el Evento. En las exposiciones de nuestros compañeros, que iremos presentando en Política Obrera, podrán apreciarse de un modo más amplio y completo, pero lo expuesto basta y sobra para extraer conclusiones de conjunto. El Evento, por la negativa, ha demostrado la inviabilidad de un progreso político de la izquierda fundada en bases teóricas liberales o nacionalistas y en la ausencia de programa. El FITU es un ejemplo instructivo: en las elecciones acuerdan un programa, que opera como una cobertura de enfrentamientos insuperables, como son los de aparato; están unidos en lo fundamental, pero entre ellos prevalece lo accesorio. En las mesas se escuchó que el FITU es un frente electoral que “no actúa como tal, o sea, como frente, en la lucha de clases”. Estamos ante una concesión excesiva, porque es en las elecciones cuando las disputas de aparato se acrecientan, acicateadas por las PASO.
La conclusión es particularmente relevante para donde “comenzó esta historia”, o sea, Cuba. Sólo Política Obrera salió a las calles para repudiar la represión de las manifestaciones populares por parte del aparato castrista.