Escribe Marcelo Ramal
Una riña de aparatos cuando la clase obrera enfrenta una crisis catastrófica.
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Un intercambio de cartas reciente entre el PTS y el PO ha puesto de manifiesto una pelea desaforada al interior del Frente de Izquierda “Unidad” (sic).
De un lado, el PTS reclama por las agresiones “personalizadas” del PO hacia sus dirigentes, que son acusados de “neokirchneristas” por denunciar las sentencias contra Cristina Kirchner como una “proscripción”. El PTS le enrostra al PO su frente con Libres del Sur en la Unidad Piquetera. Libres del Sur integra el gobierno represor de Mendoza, participó del de Urtubey en Salta y fue parte de las aventuras electorales de Randazzo. El PTS denuncia que el PO oficial se reunió con la CTA Autónoma, integrada al Estado y al gobierno kirchnerista, sin formular “una sola crítica ni exigencia de lucha a esta dirección burocrática”.
El PTS destaca la hostilidad que han sufrido sus dirigentes al hacerse presentes en marchas de la UP. A su turno, el aparato del PO imputa al PTS “la adaptación al kirchnerismo, la hostilidad al movimiento piquetero, y su ausencia en movilizaciones contra la criminalización de la protesta social”. El intercambio revela también que el acto del Primero de Mayo obligó a la firma de un “protocolo”, para evitar “agresiones personalizadas” - no las de otro carácter. Las denuncias recíprocas, en su enorme mayoría, son repetitivas. Emergen en las vísperas del cierre de listas y candidaturas. Las relaciones entre los partidos del FIT U están más cerca de los protocolos y las escribanías que de un verdadero debate político.
La pregunta que se impone es la siguiente: ¿cuál es la naturaleza política de un Frente y de sus integrantes que se trenzan en insultos en medio de una situación social y política explosiva? Es indudable que esto sólo puede ocurrir en una aglomeración que no recoge las tendencias de las masas ni es canal de sus movilizaciones. Que es sólo una aglomeración de aparatos y de apetitos contradictorios de aparatos. En la pandemia, la “presencialidad segura” fue el slogan con que el FIT-U acompañó el reclamo de las patronales de que todos los trabajadores fueran a sus puestos de trabajo. En cuanto a las luchas de distinto carácter entabladas por los trabajadores, parciales o generales, sindicales o autoconvocados, han rechazado convertirlas en huelgas generales; han votado en contra de mociones en este sentido; no se han movido un milímetro del slogan de que la CGT lance un plan de lucha. Los “planes de lucha” de la burocracia han sido una llave maestra para desgastar a la clase obrera. En consecuencia, han perdido la dirección de seccionales docentes importantes; han impulsado que el Sutna solicite el ingreso a la CGT, en lugar de crear un bloque obrero alternativo y clasista, cuando la burocracia se ha convertido en el pilar político del FMI, del embajador norteamericano y de AmCham. Las denuncias recíprocas, en definitiva, son una cortina de humo.
Las cuestiones de estrategia, programa o principios no forman parte de la agenda. Por ejemplo la guerra de la OTAN, la más decisiva de las cuestiones. No hay una campaña política contra la guerra imperialista. Pavada de omisión. Una parte del FIT-U apoya sin prejuicios a la OTAN, la otra lo hace en forma ambigua, pero apoyo al fin. El reclamo de que OTAN y Rusia se retiren de Ucrania vale sólo para Rusia, que ocupa un 25% de su territorio; el ‘retiro’ de la OTAN es verborragia, toda vez que el ejército de Ucrania es una delegación de la OTAN. Cuando la tradición histórica del socialismo y del marxismo auspiciaban un debate de alcance estratégico, el FIT-U necesita protegerse de la violencia interna por una divergencia acerca de la corrupción o la proscripción de CFK. Lo más terrible de todo esto es que la riña cerrará con un reparto de candidaturas.
Mirada de conjunto, la escalada de recriminaciones mutuas sirven para resaltar una falta completa de independencia política. En la disputa acerca de la condena judicial a CFK, ambos aparatos eluden lo fundamental: la descomposición del FdT, del peronismo, de la administración albertista, del poder judicial, la violenta lucha de camarillas en todos los escalones del estado. Con esto evitan plantear la cuestión del poder, que es punto de partida, no de llegada, de toda organización política, incluidas las patronales. Un gran factor de educación política y de desarrollo de la conciencia de clase es abandonado en función de una pelea al interior de la burguesía y de adaptación a sus electorados decepcionados. Nadie ignora que no es el marxismo lo que guía a estas organizaciones sino los “focus groups”. En vez de poner de manifiesto el alcance de la crisis, y de llevar adelante una agitación y propaganda preparatoria de una intervención histórica de la clase obrera, las fracciones del FIT U actúan como correa de transmisión de los bloques capitalistas que operan en la crisis. En la disputa faccional, PO y PTS se apropian alternativamente del libreto de macristas y kirchneristas.
El FIT U no aborda el proceso político en función de una acción de conjunto y de la lucha de clases, sino de la disputa de “clientelas” electorales. En el cruce de posiciones no existe una sola alusión al proceso político mismo; un solo señalamiento que advierta a los trabajadores que el derrumbe del gobierno y del plan Massa no podrá operarse en términos ´pacíficos´, y que la preparación de la huelga general está planteada como una cuestión impostergable. En ausencia de esa caracterización y acción, los choques PO-PTS son las divergencias de dos aparatos electorales.
Es significativo el título que el PO le ha colocado a su carta – “defendamos al FITU y a su programa”. El aparato del PO ha idealizado al Frente de Izquierda y su programa – en congresos recientes desafiaba el ridículo al presentarlo como un episodio mundial “único” en materia de independencia de clase. Han borrado con el codo toda la polémica histórica del PO con el morenismo. Revisaron por completo la caracterización que hizo el PO cuando se formó el FIT, como “frente oportunista”, esto es, como un compromiso entre fuerzas estratégicamente divergentes que resuelven conformar un polo electoral independiente de las candidaturas capitalistas. El aparato no destaca la delimitación política al interior del FIT sino lo contrario, la amalgama oportunista. El aparato del PO se ha ocupado en los últimos años en disolver esa frontera, con la adopción de los planteos electoreros del PTS (el cual hizo lo mismo con sus propios planteos ‘luchistas’ anteriores a 2015). De aquí derivan los votos al sionismo por parte de Solano y Bregman en la Legislatura, el apoyo a los presupuestos fiscales de Capitanich y el seguidismo a las leyes de capacitación de género de la burocracia civil, militar y policial del Estado.
La agenda de las disputas pone de manifiesto que el FIT-U se ha convertido en un peso muerto para los luchadores obreros.
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