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Como si ya no lo fuera, Donald Trump prometió “desatar un infierno en Medio Oriente” si Hamás no libera a los rehenes israelíes antes de que él asuma la presidencia de Estados Unidos, el 20 de enero. Trump agregó que “los responsables de la captura y asesinato de los rehenes” serían "golpeados más duramente que cualquier otro en la larga y fructífera historia de los Estados Unidos de América". Las declaraciones de Trump fueron tomadas con euforia por varios ministros israelíes y el presidente Isaac Herzog.
Trump habría exigido un cese del fuego en Gaza antes de que tome posesión en la Casa Blanca y esta amenaza se entendió como la posibilidad de una intervención militar directa de Estados Unidos en Palestina. Netanyahu repite hasta el cansancio que no dejará Gaza hasta la eliminación física de Hamás. Parte de su gabinete anunció que está en marcha la ocupación y recolonización permanente de la Franja.
La respuesta de Hamás a Trump subrayó que "Netanyahu ha saboteado todos estos intentos (de liberación de los rehenes). En muchas ocasiones, estuvimos muy cerca de firmar un acuerdo, pero debido a sus acciones y decisiones salvajes, estos acuerdos fracasaron". Basem Naim, miembro del buró político de Hamás, le sugirió a Trump que se dirija a Netanyahu y recordó que la liberación de los israelíes tiene como contraparte la liberación de los palestinos que Israel retiene en sus prisiones, algunos de los cuales no superan los 10 años de edad.
Esta semana Moshe Yaalon, jefe del Estado Mayor del ejército israelí durante la segunda Intifada y ministro de Defensa de Netanyahu durante la guerra en Gaza de 2014, dejó atónitos a propios y extraños señalando que el gobierno de Netanyahu está llevando a cabo un genocidio. Sus comentarios “se produjeron en medio de crecientes críticas a la conducta del ejército israelí en Gaza”, afirmó Times of Israel (2/12).
Yaalon insistió en que el gobierno está cometiendo crímenes de guerra y que “el camino por el que nos arrastran es el de la ocupación, la anexión y la limpieza étnica (…) Básicamente están limpiando el territorio de árabes”, dijo, refiriéndose a pueblos y ciudades del norte de Gaza. También denunció que el gobierno arrastra a los israelíes hacia la construcción de asentamientos en Gaza.
Yaalon fue más lejos: acusó a Netanyahu de exponer a los comandantes israelíes a demandas en la Corte Penal Internacional y poner sus vidas en peligro. El hombre que fue parte de la cúpula militar varios años afimó: “Hablo en nombre de los comandantes de las FDI que operan en la franja norte. Se pusieron en contacto conmigo expresando su temor por lo que está ocurriendo allí”.
Yaalon fue brutalmente desmentido por el gobierno, que lo acusó de perjudicar al país y estar al servicio de los enemigos. Habitualmente, las críticas de exfuncionarios israelíes a la guerra cuestionan la idea de permanecer en la Franja y no en la conducta de los militares.
Otra voz que marca la desconfianza en los planes de Netanyahu es la de Ami Ayalon, exdirector de la agencia de inteligencia nacional Shin Bet, quien si bien dijo que “no estaba seguro de que las acciones de Israel en Gaza se ajustaran a la definición legal de limpieza étnica”, describió las directrices políticas del gobierno israelí para el ejército como “inmorales e injustas”.
La resolución de la CPI ha impactado más allá de Netanyahu y Yoav Gallant. Esta semana el ejército aconsejó a los reservistas que combatieron en Gaza que si tienen previsto salir del país consulten primero con el Ministerio de Asuntos Exteriores el nivel de peligro. A unos 30 soldados y oficiales ya se les advirtió que no lo hagan después de que grupos propalestinos presentaron denuncias contra ellos por crímenes de guerra. También se ordenó que ocho soldados que habían viajado a Chipre, Eslovenia y los Países Bajos regresaran inmediatamente por temor a que los detuvieran o interrogaran, informó el sitio de noticias Ynet. Los soldados han sido identificados a partir de videos e imágenes que ellos mismos subieron a sus redes cuando participaron de la invasión terrestre a Gaza.
En tanto, este miércoles, los tanques israelíes volvieron a entrar a Jan Yunis, en el sur de la Franja de Gaza. En paralelo, los bombardeos causaron una veintena de muertos. En el centro de la Franja, mataron 11 personas, entre ellas seis niños y un médico. Otros cinco fueron asesinados mientras hacían cola delante de una panadería. Otras nueve personas murieron en Rafah. Y los ataques israelíes han alcanzado el hospital Kamal Adwan de Beit Lahiya, en el norte de Gaza, por quinto día consecutivo.
Las víctimas predilectas, invariablemente son los niños. Desde el 7 de octubre del año pasado, el ejército israelí masacró por los menos 20.000 niños en Gaza, a un ritmo de 40 por día (BBC 9/10). Como afirma la jurista Francesca Albanese, relatora de las Naciones Unidas, “cada año, durante décadas, Israel secuestra hasta 700 niños palestinos, que han sido tomados como rehenes por una ocupación ilegal que vio en ellos una amenaza en ciernes”. La masacre de criaturas incluye a Cisjordania, cuyos niños, dice Albanese, “están siendo asesinados a un ritmo sin precedentes. Las tropas y los colonos israelíes han asesinado a 171 niños palestinos en Cisjordania, lo que equivale a una muerte casi cada dos días”.
El régimen del capital, en su ocaso, barre con toda la cháchara de defensa de la infancia o de respeto a los derechos humanos.