Subte: un bono y un “reglamento de huelga”

Escribe Matías Cisneros

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Acaba de anunciarse el otorgamiento de una suma no remunerativa por única vez y en tres cuotas (Enero-Junio-Diciembre) para los trabajadores del subte. El monto de cada cuota será del 33% del sueldo básico de cada mes correspondiente al cobro de la cuota. En las actas firmadas con el sindicato la empresa se compromete a rediscutir esta suma en el año 2024 para su renovación. En consecuencia, el paro de 2 horas que había sido votado en el plenario de delegados de Agtsyp, en reclamo de una compensación salarial, quedó suspendido hasta la próxima reunión del cuerpo de delegados, que deberá aprobar o rechazar dicha acta.

Como parte del acuerdo la empresa reactivó un“reglamento de huelga” dirigido a la Agtsyp. El sindicato debe acatar 15 días de paz social y reuniones conciliatorias antes de tomar medidas de fuerza. Luego de transcurrido este periodo, las medidas deberán anunciarse con 5 días de antelación y las acciones a tomar no podrán bloquear el trabajo de los rompehuelgas. Las condiciones laborales y de salubridad en el subte se caracterizan por desatar, todo el tiempo, conflictos de diferente gravedad (accidentes, sanciones). El “reglamento” es un golpe letal a esas luchas, desatadas por una patronal que agrede “sin aviso”.

Bono y salario

Para quien percibe, por ejemplo, un salario básico de 200.000 pesos, el bono representará otro tanto al cabo de los tres meses en que será pago. Ocurre, sin embargo, que la inflación ya le ha erosionado una suma muy importante a esos mismos trabajadores. Es lo que pasa con los conductores, que en marzo acumularán una pérdida anual del orden de los 110.000 pesos a causa de la inflación y de los “escalonamientos” salariales que corren por detrás de ella. El bono, considerado en ese conjunto, es una variante de degradación del salario: el trabajador pierde una parte de su salario “verdadero”, y la patronal lo repone con un pago tardío, puntual –sólo en tres oportunidades- y que no ingresa en el cálculo de los futuros aumentos.

Se suma a ello que las recuperaciones salariales terminan siendo confiscadas por el impuesto a las ganancias, que afecta con fuerza en las categorías más altas.

La presión de los trabajadores

Las discusiones entre el sindicato y la patronal para acordar este bono de fin de año tuvieron lugar en medio de una fuerte presión obrera, que los delegados transmitieron de diferentes modos. En plenarios, varios señalaron que la falta de una respuesta de lucha por parte del sindicato les quitaba autoridad sobre los compañeros de base. Bajo esa presión, el último plenario resolvió abandonar el método de paros por línea para aprobar un paro general de dos horas. La manifestación más importante de esta tensión salarial fue el mandato votado por la asamblea de tráfico C, que resolvió parar por el bono de fin de año y el bono reclamado a causa del cambio de empresa concesionaria.

En Línea C se procesa una significativa deliberación de la base. Producto de la experiencia trazada en medio de la cuarentena en defensa de la salud y el posterior rechazo a trabajar con formaciones contaminadas con asbesto, los trabajadores se encuentran experimentando una unidad por abajo. Esta unidad tiene un punto de apoyo fundamental en la defensa de la salud. Pero evoluciona lentamente hacia otros aspectos, en este caso, el salarial. De este modo, los delegados de ambos sindicatos se ven empujados a actuar, incluso en oposición a sus propias direcciones.

Esta situación no es exclusiva de la línea C. Los trabajadores de los talleres, estaciones y nocheros vienen dando pasos en este sentido. Se ha expresado una lucha sostenida contra el asbesto en la línea B con el taller Rancagua haciendo punta, y el rechazo al traslado de afectados por asbesto a tráfico de la H.

Lo que se viene

El plenario de delegados que deberá discutir el acuerdo del bono debe considerar la situación de conjunto en el subte. El vencimiento de la paritaria abrirá nuevamente el debate salarial, en medio de los esfuerzos oficiales –y los de las burocracias sindicales- por imponer una pauta paritaria con tope del 60%, en nombre de una supuesta (y mentirosa) “inflación en baja”. Lo cierto es que el escenario inflacionario vuelve a trepar para arriba y el tarifazo que se viene en el boleto del subte es la mejor demostración. Con el fin del verano entrarán en vigencia los nuevos cronogramas de servicios –con más exigencias, menos personal y fuertes riesgos contaminantes. Al respecto, los trabajadores de la línea B han votado el reclamo de reconocimiento de “situación de emergencia” por parte de la empresa y el gobierno, para que se reduzcan a 6 la cantidad de formaciones contaminadas por el asbesto y para reducir la exposición hasta la compra de formaciones nuevas. A su vez, en línea C está en marcha un plan de la empresa para poner en circulación 2 formaciones contaminadas, que los trabajadores de tráfico han rechazado categóricamente.

El pliego de reivindicaciones que condujo a los paros en noviembre, por el doble franco sin aumentar la jornada, la incorporación de flota nueva sin asbesto y la incorporación de personal sigue vigente. Hay que sumarle la presión por los retiros voluntarios que ejerce la patronal, el reclamo jubilatorio por insalubridad y las recategorizaciones. No es una agenda para habilitar “reglamentos antihuelga” ni límite alguno al derecho a luchar. El plenario de delegados debe rechazar esa extorsión y prepararse para las luchas que vienen.

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