Escribe Jorge Altamira
Los liberticidas y un aterrizaje de emergencia.
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El Gobierno atraviesa por una fragmentación política irreversible. La prensa le baja el precio a esta crisis, al calificarla como “problemas de gestión”. Lo que queda en claro, sin embargo, luego de seis meses convulsivos, es que el ascenso de Milei al gobierno no representa ningún “punto de inflexión” o “un cambio de época”. Las SA de Milei -sus tropas de asalto- se desbandan en un mar de renuncias, cesantías, espionaje y corrupción de funcionarios del gobierno, altos y bajos. Las denuncias que se atropellaron contra la ´gestión´ son abrumadoras: secuestro de alimentos para comedores, en un país con 60% de pobreza, y la tercerización de contratos de empleados públicos, mientras el personal del estado es despedido en masa. La política de convertir a la Administración Pública en una institución privada, donde la orientación de las áreas de gobierno la establecen las consultoras (a cambio de ‘cachet’ monumentales) y el reclutamiento de personal está a cargo de pseudos ONGs, ha sido un rasgo distintivo de los llamados gobiernos ‘neoliberales’ desde la época de Margaret Thatcher y Ronald Reagan.
La destitución de Nicolás Posse de la Jefatura de Gobierno ha sido seguida de revelaciones instructivas. Posse es acusado ahora de “concentración de poder”, o sea, del intento de crear un gobierno paralelo. La selección del aparato administrativo de este doble poder fue contratada con la consultora internacional McKinsey; el sistema de espionaje -la AFI- fue estructurado en consulta con William Burns, el jefe de la CIA. No es claro aún, sin embargo, que el poder paralelo de Posse haya sido desmantelado.
Lo que pone en evidencia la fragmentación de la Administración liberticida es que Milei no ha reunido ni reúne las condiciones elementales para formar un gobierno propio. A la fecha existen vacantes para 1.864 cargos, en tanto que buena parte de los que están ocupados pertenecen a la Administración de los Fernández. Los llamados ‘problemas de gestión’ han provocado un choque de trenes que hubiera podido ser una tragedia; una importación forzada de gas por negligencia en la terminación de gasoductos; la retención de alimentos y el desecho de toneladas vencidas; una tercerización de contratos en el ministerio de Capital Humano, que ha derivado en enriquecimiento personal y en la expulsión de 17 funcionarios. De nuevo, el intento de asalto del poder por "las Fuerzas del Cielo" carece de personal y de competencia. Las veleidades fascistas de Milei, su hermana y Bullrich se asemejan a las hojas muertas del invierno.
El agotamiento político del gobierno liberticida en cuanto a ‘gestión administrativa’, es un reflejo del agotamiento de su gestión política. La amenaza de veto que ha esgrimido Milei contra el proyecto de ley que modifica el ajuste de las jubilaciones, que ha sido aprobado en Diputados y que cuenta con número para que lo ratifique el Senado, consagra un principio de ruptura con la llamada oposición “dialoguista”, que en esta votación marchó en un frente precario con el kirchnerismo. Esta ruptura viene después del rechazo por el Senado del DNU/70 y el empantanamiento continuo de la Ley de Bases, cuya aprobación por el Senado no es segura. La tentativa de Milei de suplir la escasez de "las Fuerzas del Cielo" por medio de un pacto con las provincias ha naufragado miserablemente. A los invitados a la firma del pacto no les pareció suficiente la defensa de la propiedad privada ni la denuncia del ‘socialismo empobrecedor’. Los liberticidas han llevado el índice de pobreza a un tope histórico. Milei se ha convertido en un presidente en busca de un gobierno.
Por supuesto que el núcleo duro de la crisis se manifiesta en el plan de ajuste de la economía. Los dólares paralelos suben, las acciones bajan y la cotización de los bonos globales -la referencia central de Caputo y Milei- baja todos los días de peldaño. El proyecto de legalizar el dólar como moneda transaccional enfrenta un retroceso en la compra de divisas por parte del Banco Central; la dolarización llamada “endógena” requeriría una nueva megadevaluación. El Gobierno no tiene los dólares para pagar los intereses y el capital de la deuda que vence en un par de semanas y, peor aún, si el crédito a pagar de China no es sustituido por el financiamiento de algún improbable mecenas del extranjero. La política de Caputo se enfrenta con un límite insuperable, que sería la madre de toda esta crisis. El Gobierno ya ha recurrido a un default con compañías de electricidad y gas, al pagar deuda con un bono que cotiza al 50% de su valor. Por otro lado, viene aumentando la deuda del Tesoro en el equivalente a diez mil millones de dólares por mes. La tentativa de consumar un ajuste financiero por cerca de 100.000 millones de dólares, a pagar por los contribuyentes y los trabajadores, obliga a una política de mayores tarifazos, sin que esto asegure su éxito. Milei ha dicho decenas de veces que el ajuste contempla “la limpieza del balance del Banco Central”, que al inicio del mandato tenía deudas bancarias por el equivalente a 80.000 millones de dólares, y conseguir un superávit del Tesoro, equivalente a otros 20.000 millones de dólares. La suba del dólar a nivel internacional encarece todavía más el peso de Argentina, debilita los precios de exportación y está provocando una onda devaluatoria en economías como China y Japón. El encarecimiento del dólar obedece al alza de la tasa de interés norteamericana, que es una consecuencia de la desvalorización de la deuda pública. Estados Unidos enfrenta una crisis de liquidez potencial ante las necesidades de financiamiento de la deuda del Tesoro.
En el escenario de una renovación del peligro de default, se ha abierto una crisis con el sector que debiera ser la vaca lechera del financiamiento de la economía argentina, la agroexportación. Por un lado, se encuentra retrasado el envío de mercadería al mercado debido a una expectativa de devaluación. Esa expectativa ha llevado al sector sojero a apostar por un dólar futuro (cuatro a seis meses) elevado, en anticipo de la devaluación; si esta no se concretara, sufriría una pérdida severa y una crisis financiera en el agro. Más decisivas, en un sentido estratégico, han sido las declaraciones del presidente de la Cámara del Aceite, que reúne a los industriales y a exportadores, señalando que Argentina ha perdido el tren del comercio internacional del producto, que quedaría en manos exclusivas de Brasil, Estados Unidos y de los ascendientes Paraguay y Bolivia (Santa Cruz de la Sierra). Achaca este infortunio a las retenciones agropecuarias, al obstáculo a las compañías semilleras y a la falta de inversiones en la Hidrovía. Esta constatación de lo que considera “un retroceso irreversible” -estancamiento de la producción sojera y crecimiento de la capacidad ociosa de la industria- tiene lugar luego de cuatro años de macaneo entre la Cámara y el gobierno de los Fernández y Massa acerca de un plan de incentivación de la soja. La exportación agroindustrial ha sido, sin embargo, el gran planteo de Milei y los liberticidas, que han anunciado el retorno de Argentina a los años ‘gloriosos’ de la expansión agrícola de fines del siglo XIX, que habría sido frenada por el populismo empobrecedor, aunque en Argentina los ‘neoliberales’ hayan gobernado bajo Alvear, Justo-Castillo, la ‘Libertadora’, Frondizi, Onganía-Krieger Vasena, Menem y Videla: más de cincuenta años sumados. La alternativa de que la minería y Vaca Muerta ocupen ese lugar sería un certificado de muerte para el campo y sus poblaciones. De otro lado, tanto una como otra carecen de las inversiones necesarias para ese negocio, en momentos en que en Estados Unidos se desarrolla una fuerte concentración industrial debido a la reducción de los márgenes de beneficio de la cuenca Premian, la más rendidora del planeta. Argentina es el eslabón más deteriorado de la cadena del capitalismo mundial en decadencia.
En los círculos tradicionales existe una cierta conciencia de que se acabó la fase Bunge y Born del gobierno de Milei, que estuvo vigente seis meses bajo el gobierno de Menem. Esa fase fue seguida por otro año y medio de crisis, con alta inflación y devaluación del peso. La crisis se cerró con la convertibilidad de Cavallo, que se volvió a abrir cuatro años más tarde con el inicio de una etapa de recesiones. La casta se apresta ahora a cerrar la etapa del llanero solitario y a copar el Gobierno. A esto obedecen los planteos de “pasar a un plan de estabilización” (devaluar y subir fuerte la tasa de interés); crear dos mercados de cambios para eliminar el cepo financiero; poner una carpa de oxígeno a la exportación. Es este choque de posiciones lo que reflejan los debates inconclusos en el Congreso. Se prepara para subir al podio de la guillotina Luis ‘Toto’ Caputo. Las polémicas sobre la política económica, el cepo, etc., refieren a un cambio de régimen de gobierno.
A diferencia de lo que ocurrió con Menem, a Milei le costaría mucho recoger los frutos políticos de un recambio, como sería alcanzar una buena elección en 2025. Un gobierno con otros sectores políticos, oficiales o ‘autónomos’, crearía un cortocircuito a la hora de los beneficios compartidos. Por esta razón, exactamente, el intento de Macri de copar el gobierno fue un fracaso y produjo la ruptura del PRO. La vicepresidenta no tiene piné para ofrecer una alternativa. La transición de Menem -de B&B a Cavallo- fue traumática; una de Milei luce como una crisis terminal. En torno al agotamiento de la primera etapa de Milei acechan potencias como Estados Unidos, China, Brasil y Rusia. A Brasil le afecta una disolución del Mercosur.
Aunque Milei termine siendo un episodio o una transición breve en la historia política de Argentina, el golpe asestado a la ‘vieja política’ no tiene vuelta atrás. El escenario que emergería de esta crisis sería una tendencia a una polarización genuina: no entre dos bloques patronales o burgueses, sino entre la clase capitalista y su casta, de un lado, y la clase obrera, del otro. Esta tendencia no se desarrollará, sin embargo, sin contratiempos, dado el reflujo político en que se encuentra la clase obrera y la ausencia de una izquierda revolucionaria con inserción efectiva. Pero es esta contradicción la que pone en claro la lucha política que debe librar una izquierda revolucionaria.
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